-¡Salomón Abra la puerta! ¡Abra la puerta! ¡Policía Nacional!… ¡Abra la puerta!
El golpeteo era insistente y cada vez más intenso. Salomón, en bermuda y sandalias, se levantó de su sillón todavía dormido, no sin antes tumbar varias botellas de cerveza vacías que daban cuenta de la celebración que había tenido lugar aquella noche por haber cerrado un buen negocio de empanadas.
Las cosas mejorarían para él y para Amparo su esposa. –Pensó Salomón- Eran las 11 de la noche, estaba medio dormido y Salomón estaba abriendo la puerta de su residencia. ¿Usted se llama Salomón? -Sí Señor, Salomón-. ¿Puede salir al pasillo? le dijo el policía. ¿Qué pasa? preguntó Salomón. – Salga, es una cuestión de rutina-. Salomón salió y de inmediato fue capturado. Con las manos atrás sintió como las frías esposas de metal le causaban dolor en las muñecas.
Tiene derecho a guardar silencio, tiene derecho a un abogado, tiene derecho…, tiene derecho… (No comprende muy bien lo que le dicen). Años después me confesaría que lo único que recordaba de aquella noche era esa frase: “tiene derecho a un abogado”.
Descendieron desde el segundo piso en el que vivía, al primer piso. Afuera de su casa, un grupo de vecinos lo querían linchar. Le decían palabras que había escuchado antes -pero sin tanta rabia-, manotazos que eran atajados por los policías, una patrulla al frente, -rápido, rápido, métanlo que lo van a matar- gritaba un policía. ¿Qué pasó? ¿Qué pasa? ¿Dónde está AMPARO? pensaba Salomón. ¡Amparo, Amparo! ¿Dónde está Amparo? -Vecina dígale que la policía me llevó- Le dijo a una vecina mientras lo embarcaban. ¡Púdrase asesino! Le respondió enfurecida la vecina.
¿Qué le pasó señora? ¿Está bien? Le preguntó la mujer policía a Amparo, quien se encontraba agachada cogiéndose sus rodillas, exactamente debajo de la ventana. Al frente de la ventana, a 1 metro y 50 centímetros, una malla de metal. Amparo está un tanto mojada por la llovizna, sus ropas íntegras, no hay señales de violencia visibles. -Me duele la planta de los pies, me duele mucho- decía Amparo. ¿Algo más señora? preguntó insistente la policía. -No, no señora, no me duele nada más-.
Yo no le veo nada más, tranquila -le dijo la policía- Me duelen las manos, pero solo un poco refirió Amparo ¿Qué ocurrió? ¿Por qué está aquí abajo, agachada, dónde vive usted? –Le preguntó la mujer policía- Amparo respondió: -Vivo arriba, en el segundo piso, y Salomón me arrojó por la ventana. Me levantó de las caderas y sin más me arrojó ¡lo odio, lo odio! –
El médico legista la examinó: primero el cabello, luego el cuello. No encontró nada. Después las manos y allí encontró algunas escoriaciones y hematomas a la altura de la falange intermedia de los dedos. Exactamente en 8 dedos. En las caderas, nada encontró, nada más.
“Excoriación leve en la planta del pie derecho, y mucho más leve en la planta del pie izquierdo”. Así quedó consignado en el dictamen médico legal de lesiones no fatales. ¿Qué le ocurrió señora? -indagó el médico-. Salomón me arrojó por la ventana – respondió Amparo –
El Fiscal. ¿Testigos? No señora, no se ubicaron testigos de los hechos. ¿Qué más tenemos? Pregunta el Fiscal a su investigador. Solo el dictamen de medicina legal y el dicho de Amparo. Perfecto, lo tengo claro. Señora Juez, -prosiguió el Fiscal- la Fiscalía solicita medida de aseguramiento privativa de la libertad en establecimiento de reclusión. Es un peligro para la víctima. Y así se ordenó, Salomón tendría que defenderse privado de su libertad, era un peligro para Amparo y el delito sería homicidio en grado de tentativa.
La Defensa. Lo conocí tarde, ya estaba privado de su libertad. Escuché su relato, me comí una de sus empanadas- las podía hacer en la cárcel- ¡Ricas!
Amparo es muy celosa -me dijo- esa noche revisó el celular y encontró una conversación con Diana, la amo, ella es la que me visita. Amparo no volvió. Me tomé unas cervezas doctor, y me quedé dormido en el sillón, ahí siempre me quedo dormido y desde hace rato lo hago, las cosas con Amparo ya no son lo mismo, y me dormí. Lo próximo que supe es que la Policía tocaba muy fuerte la puerta. Nunca debí haber abierto, debí saltar por la ventana y bajar por la malla tal y como lo hacen los pelaos cuando les da pereza bajar por la escalera. Amparo siempre los regaña por eso. Llevo más de un año aquí encerrado.
Terminé la entrevista, le creí. Escuché la imputación, y decidí representarlo. Los honorarios, algo simbólico, -quizás me pueda proveer durante muchos años de empanadas- pensé. La historia de Amparo no era congruente con las lesiones encontradas en su cuerpo. Si en verdad un hombre de 70 kilos, podría haber levantado a una mujer de 80 kilos, desde sus caderas, levantarla más de 1 metro (altura del marco inferior de la ventana), el cuerpo de Amparo no debería tener otras señales de violencia. Nada. Fotos, videos, reconstrucción en el sitio de los hechos. Un maniquí fue lanzado en 5 oportunidades desde el segundo piso. Está claro, vamos a juicio le dije a mi investigador.
En Colombia se habla de prueba Reina, y la reina de la Defensa sería Amparo, sus manos, y la planta de sus pies. Ella no pudo ser lanzada, no era posible, su cuerpo no decía eso. Ella intentó bajarse por la malla, se resbaló, lloviznaba esa noche de octubre, por eso la lesión en sus 8 falanges, cayó sí, pero en la planta de sus pies, más en el derecho que en el izquierdo.
Lo confesó en el juicio. “Mentí, tenía rabia, otra vez me engañaba y quería que pagara, se llama Diana su moza, pero nunca pensé que el Fiscal lo acusara de intentar matarme. Cuando me resbalé, al tratar de bajar por la malla, me pegué muy duro en la planta de los pies y en la cola y me dio más rabia, una vecina me encontró y le dije, llame a la policía porque Salomón intentó matarme. Perdón mi amor.” -Te perdono Amparo- lloran, se abrazan. Diana está entre el público, se levanta y se va.
El Juez y el Tribunal: Salomón, no hay certeza de que en realidad esa noche del mes de octubre usted haya arrojado a Amparo desde el segundo piso de su casa. La duda se asoma sin posibilidad de que una hipótesis razonable y conocida pueda construirse para superarla, así las cosas, la sentencia será absolutoria, es usted un hombre libre. El Fiscal apeló la absolución, y el Tribunal la confirmó. Salomón era inocente.
Sí, yo defendí a Salomón, y lo hice porque todos merecemos ser tratados como personas inocentes hasta que no se demuestre lo contrario y el Policía le dijo a Salomón cuando lo capturó que tenía derecho a ser asistido por un abogado, y el linchamiento, no tiene ni puede tener cabida en los estrados judiciales y eso incluye a todos sus operadores.
-Salomón, una empanada de pollo- le dije luego sin nada más -y gracias por permitirme ser su abogado-. ¡Saludes de Diana!
0 37827 Me Gusta