El canto de las chicharras era la melodía que arrullaba las principales avenidas de nuestra ciudad bonita. Aquella ciudad que era reconocida por su cultura ciudadana, por el respeto a las normas de tránsito, el cumplimiento de los deberes ciudadanos y la cordialidad de su gente.
¡Cuánto hemos perdido y olvidado de esas buenas costumbres! Esa ciudad que recordamos con añoranza, ha dejado atrás la planeación de las políticas públicas que nos permitían vivir en paz y armonía. Se han perdido los ante jardines de las calles, los árboles escasean frente a las grandes moles de cemento que reemplazaron sus bellas casas y sus parques.
Han desaparecido las chicharras, aquellos pequeños animales que con su canto nos recordaban a diario que existía vida en la ciudad de los parques. Sería bueno preguntar ¿a quién en esa época debajo de un árbol una chicharra no meó?
Las apacibles y descongestionadas calles donde el civismo nos identificaba como excelentes ciudadanos ya no existen, han desaparecido.
La ciudad de un transporte público conformado por una flota de buses y taxis conducidos por personas amables y cercanas que te saludaban como familia se está extinguiendo, y ha sido reemplazada por una ciudad con una tasa de informalidad e ilegalidad en tan importante área de desarrollo económico en el que fuimos líderes nacionales.
Crecimos como una sola aldea de cuatro municipios que siempre han debido ser uno, pero no fue así, nos sobran alcaldes, concejales y secretarios de despacho que actúan de forma desarticulada sin pensar en la comunidad.
El ‘Plan AMAB 1986’ diseñado por el mandatario Carlos Virviescas Pinzón, y que aún no se ha terminado de ejecutar, viene ocasionando que los problemas de movilidad crezcan cada día más, alejándonos de esa bella ciudad de antaño… con sus chicharras.
Bucaramanga llega a sus cuatrocientos años con serios problemas por resolver, que deben hacernos pensar a cada uno de sus pobladores en cómo restituir el orden y el buen vivir de su gente. Parte de la respuesta estará en trabajar mancomunadamente en nuestra sostenibilidad.
Debemos pensar en cómo retornar a esa ciudad cordial, bonita y de los parques, para ello es imperioso trabajar desde lo público en generar cultura ciudadana que retorne la cordialidad, a través de la revisión de su POT, debemos recuperar su calificativo de ciudad bonita, protegiendo sus parques, generando vida desde los árboles para que vuelvan las chicharras y se oxigenen sus vías.
Creo que sería la mejor forma de celebrar los primeros 400 años de nuestra querida ciudad.
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