En el lenguaje futbolero, un “pecho frío” es aquel jugador que, aunque técnicamente es bueno, cuando sale a la cancha con el uniforme puesto, no siente ninguna motivación. No se vincula al equipo, no recupera el balón cuando lo pierde, no celebra los goles, no le gusta perder, pero tampoco le inspira ganar. Su marcador perfecto es el uno a uno, pero si pierde, se va tranquilo al camerino, con la certeza de que “se hizo lo que se pudo” y declara ante los medios que “seguimos las indicaciones del profe, no se logró el resultado, una lástima por toda la gente que nos apoyó”. Así como en el fútbol, también en la política y en la administración pública hay algunos “pechos fríos”.
Es innegable que la elección del presidente Gustavo Petro reflejó en las urnas el anhelo de la sociedad de realizar cambios estructurales que conduzcan a un país más justo. Algunos votamos por su propuesta durante las tres elecciones presidenciales en las que se presentó como candidato (2010-2018-2022). La primera vez, en una situación difícil en la que no había muchas posibilidades de ganar, la segunda con la esperanza de vencer al equipo uribista que siempre había triunfado, y la tercera en la que logramos coronarnos campeones.
Sin embargo, el presidente siempre ha querido ser el gobierno de las reformas, aquellas que quedaron postergadas durante la primera parte del siglo XX. Para ello, debía concertar con los partidos políticos tradicionales para lograr las mayorías en el Congreso, lo que significaba vincular a su gobierno a varios políticos que no estaban del todo convencidos del cambio que se expresó en las urnas y que podrían considerarse “pecho frío”. Muchos de ellos expresaron su descontento y es posible que incluso manifestaran que, si Petro llegaba a ser presidente, se irían del país, como Marbelle.
Se suponía que los “pechos fríos” entrarían al gobierno por el pacto que permitiría los avances de las reformas en el Congreso de la República. Sus jefes cedieron el pase de estos “técnicos” al gobierno, pero no están muy convencidos del cambio que se expresó en las urnas. Quieren ser gobierno y a la vez hacer oposición. Pretenden que todo cambie para que nada cambie, y el director técnico se ha cansado.
Cabe mencionar que quienes votamos por el presidente lo hicimos sabiendo que no había mayorías en el Congreso y que todo el tiempo jugaríamos de visitantes. Solo esperábamos un buen gobierno, de talante popular y democrático. También esperábamos ver a las personas que durante décadas han liderado los procesos de transformación del país desde los territorios, formar parte del gobierno. La mayoría de ellos han quedado en la banca, esperando su momento, ansían la oportunidad de debutar con el equipo del que siempre han sido hinchas, y pueden perfectamente remplazar a los “pecho frio” que separan sus destinos del destino del gobierno nacional, tienen las capacidades técnicas, pero además las ganas de sacar este país adelante.
Ahora que se está presentando la sustitución de algunos jugadores, en el equipo del gobierno del cambio, la tribuna popular grita “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, esperando que se empiece a gestar una agenda más cercana a la gente y a los intereses ciudadanos, ya que, aunque no obtuvimos la mayoría del Congreso, sí se tuvo un respaldo popular, lo que debería ser prioridad para el gobierno, puesto que es la base de cualquier gobierno democrático.
La renovación del gabinete ministerial recién hecha por el presidente ha sacado a algunos de esos ‘pecho frío’ y a otros que ya habían dejado todo en la cancha, ahora, ha puesto a jugadores de su confianza, lo que podría indicar un cambio de estrategia y un replanteamiento del partido, que por ahora ha resultado mas complejo de lo que se esperaba.
0 12335 Me Gusta