Cuando pensábamos que Santander lo había visto todo en corrupción y que los escándalos del PAE, de Ferticol, del Idesan, de la remodelación del Estadio Alfonso López, de las raquetas de tenis de 4 millones en el Indersantander habían logrado apaciguar la voracidad genética que parecen tener los jefes de la familia Aguilar por los recursos públicos de Santander, estalla un nuevo escándalo por la reciente adjudicación por el Gobernador de Santander Mauricio Aguilar del contrato para la construcción del Anillo Vial Metropolitano, obra pública que compromete recursos por valor superior a 300 mil millones de pesos.

Uno pensaría que con el escarnio público por la condena y judicialización de padre y hermano respectivamente, el tercer Aguilar trataría de hacer las cosas un poco mejor con tal de no seguir el tortuoso y vergonzante destino de sus dos antecesores: la cárcel

Pero tal parece que no será así y que al ‘menos aventajado’ de los Aguilar, Mauricio Aguilar, nuestro flamante y discreto Gobernador, le pudo mas el instinto depredador que parecen llevar en su sangre los jefes de ese clan, que lo que aconsejaría la prudencia si de hacer uso de buen retiro o de reivindicar y limpiar el nombre de la familia se tratara.

Las graves denuncias que hoy resuenan con fuerza por todo el país -menos aquí- por la adjudicación del contrato para la construcción del Anillo Vial Metropolitano a empresas presuntamente vinculadas con el ‘Zar de la Corrupción’ Emilio Tapia el mismo contratista condenado e investigado por los escándalos nacionales de el ‘Carrusel de la contratación’ y de ‘Centros Poblados’, parecen indicar que prefirió seguir los pasos de sus consanguineos Hugo y Richard Aguilar y que posiblemente caminará hacia el mismo destino, todo esto ante el silencio cómplice de la Contraloría Departamental de Santander hoy bajo control de su socio y amigo Fredy Anaya y la falta de celeridad de la Fiscalía General de La Nación que llegarán como la policía, a escuchar la historia de un hecho que pudo haberse evitado y que luego pagarán con uno dos años físicos de ‘domiciliaria’ en un lujoso Resort escogido por ellos mismos, si el caso no prescribe.
Uno de los problemas de ponderar clanes políticos, de votar por las mismas familias de siempre, sus hijos, sus delfines, es ese: que su voracidad forma parte de la genética de la manada.
Algo similar ocurre en la costa caribe colombiana, allá llevan décadas votando por los Génecco, por los Char, por los Besaile, los Name, familias estas que tienen a esa región en el atraso y la pobreza, porque a pesar de todos los escándalos en que se ven involucrados; sus fichas, sus líderes y amigos les consiguen los votos con falsos favores, que luego les pagan a ellos y a sus familiares con contratos y nombramientos en la administración pública, que además le hacen un daño terrible a la burocracia estatal que por esta práctica empodera en cargos claves para el desarrollo de la región a auténticos ineptos y mediocres que no sospechan nada de administración pública pero que no dudan en inmolarse judicialmente por sus jefes.
Los Clanes operan como la mafia. Enriquecen a sus secuaces, ponderan y promueven a los más serviles y leales, que suelen ser también los más mediocres, pero cuando toca sacrificarlos, lo hacen sin sonrojarse.
Vienen elecciones y estos clanes jugarán como siempre, saldrán a cazar incautos, quienes reciban sus apoyos los negarán y tratarán por todos los medios de ocultarlos mediante diversas estrategias, como presentarse por firmas o renegar en público de esos respaldos, pero estos clanes tienen algo en común: su instinto depredador, está en su genética, saben juntarse para cazar una presa y saben repartírsela sin mayores problemas.
Se distancian, se pelean por las presas, se muestran los dientes, pero el día de la caza -de ser necesario- se juntan. Son como los leones, los tigres y las hienas, puede que no cacen juntos pero se les facilita compartir la presa o sus restos.
Santander está cansado de estos clanes depredadores, que han compartido presa siempre, que se hacen favores entre sí por temor o interés, pero esencialmente por solidaridad de especie.
Por eso hay que ser cuidadosos para no dejarse engañar por discursos y detenerse a observar lo que en esencia los une -su instinto depredador- y no lo que en apariencia los distingue -sus apellidos- porque puede pasar que la coyuntura de sus discursos los separe, pero su instinto depredador siempre los ha unido.
Ahí están los clanes depredadores de Santander, aparentemente distanciados o ‘agarrados’ entre sí, pero es muy probable que el día de la cacería se unan para compartir presa, siendo la presa nuestros impuestos, el erario, los contratos, las obras, los puestos, los cargos públicos, el patrimonio público de Santander, el patrimonio de todos.
No podemos repetir la historia: ¡Hay que sacarlos!
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1 comment
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