Para llegar al río Arauca desde Bucaramanga, te tienes que tirar desde Pamplona por un desfiladero que empieza en el primer pueblo que encuentras bajando pegado a la cornisa de la Cordillera Oriental: Toledo.
Allí me recibió el dueño del hotel que era también el alcalde y el dueño de la tienda mas grande.
Alto y flaco con bigote de frenada de bicicleta, me indicó que siguiera en el próximo bus que abordara: “derecho y no tiene pierde… hasta llegar a Saravena”. -Me dijo-
En uno de los viajes en bus más pesados que he tenido, abordé un bus “de cachucha”, o sea de los de motor adelante a gasolina y sin climatizar. Como se viajaba antes. Al instante ya no me preocupaba por perderme, sinó por no caernos por el precipicio. Después de Toledo y Labateca; donde ése bus se desbarranque, cae al llano literalmente. El abismo es insondable y el paisaje al fondo se veía como desde el avión ¡aterrador!
Tan aterrador como el mal llamado intercambio cultural de ésas épocas, (en la perezosamente rápida década de los ochentas) con los indígenas Tunebos y Motilones… Ya los colonos no los mataban por diversión, como alguna vez había leído en la antigua revista Cromos, pero fui testigo de cómo un ayudante de bus; los paraba de sus sillas bolillo en mano para que un “blanco” se sentara.
Al paso de no sé cuántas horas se llega a Cubara, increíblemente; Boyacá. Por caprichos de la incoherente cartografía Colombiana. Y de ahí, a Saravena. Todo el trayecto por un remedo de carretera de la que nos reímos de nuestro propio atraso diciendo “qué polvo tan mal echao”.
Saravena era de misterio. Un pueblo polvoriento como los del oeste en las películas de vaqueros; con un hotelito donde había una sala con un televisor inmenso y un sofá en donde ése fin de semana descansé de Pacheco y Jimmy Salcedo y me vi película tras película de la televisión Venezolana.
El lunes a primerísima hora reanudé viaje: Arauquita, en donde navegué en una lancha; -allá las llaman Voladoras- por el rio Arauca, hasta la ciudad de Arauca, capital del departamento con ése mismo nombre.
Arauca, ciudad mágica de mujeres preciosas con un comercio impresionante; atravesando el río con sus vecinos de; “El Amparo”, Venezuela.
Estuve en esa pequeña ciudad una semana de fantasía… en donde encontré amigos que me presentaron más amigos en una rumba enorme: El Festival Internacional del Coleo. (favor no confundir, aunque de lo otro no faltó). Fue literalmente una semana sin dormir, en las mañanas la pista de carreras o Manga, llena de espectadores sombreros con mujeres espectaculares, toros de 500 kilos, música de arpa, cuatro y maracas, caballos, jinetes, cerveza y sol.
A la tarde; fogones de carbón en estacas de carne asada, aguardiente, joropo, chimú, arpas, botas, bluyines llenos de nalgas impresionantes y romance. Y en la noche casetas, orquestas y fugas apuradas por un antes de que el borracho de mi marido se despierte y toda clase de aventuras que propician el aguardiente, la juventud desbocada y senos de no te lo puedo creer.
Sábado.
Último día… tengo pasaje para el vuelo de las tres de la tarde.
Voy a la pista a ver las últimas competencias… caballos con el pique de una moto, arrancan detrás de un toro que pasa corriendo. Media tonelada en fuga, el vaquero se acuesta en la montura, toma la cola del cebú, aprieta el caballo que ya sabe a qué vino. El corcel acelera; el jinete se inclina de lado y jala enviando al toro que da volteretas por el suelo a los gritos del público que toma tiempos y cuenta las vueltas . Es el deporte de los bravos de la sabana… los descendientes de Páez y sus lanceros, veteranos del pantano de Vargas; El Coleo.
Empiezo a despedirme de amigos y conocidos… Dos gemelos que conocí se acercan cerveza en mano, se arrodillan, lloran de mentiras, me piden la bendición, me ruegan… “No te vayas Catire, hay mucha sifrina, no podemos con todas, tenemos dos hermanas cuconas, si querés te las presentamos; ¡pero no te vayas chamo!…No puedo de la risa.
El avión no se puede perder.
El próximo sale en una semana. Donde me quede; me pierdo… no vuelvo. Por tierra se devuelve Mandrake.
Volví un par de veces a Arauca por temas del oleoducto a Coveñas. Ésa ciudad no me defraudó.
Abrazo hermosos recuerdos.
Arauca …Un dulce pecado.
“Yo soy el tigre serrano que habito en la Serranía…
Si no me cortan las uñas; toda la montaña es mía”
0 37827 Me Gusta
1 comment
Very interesting info!Perfect just what I was looking for!Expand blog