Lo que ví la semana ante-pasada en un partido de fútbol fue espeluznante. El hecho, que pareció pasar desapercibido para la mayoría de los medios y periodistas deportivos, tiene en mi opinión una gravedad inédita por lo que implica y lo que significa no solo para el mundo del fútbol sino para toda la sociedad.
En el Estadio Américo Montanini ante unos 10 mil espectadores en los actos protocolarios del partido contra Fortaleza los jugadores del club Atlético Bucaramanga salieron a la cancha con sus bocas tapadas con una cinta en un acto de protesta simbólica luego de las sanciones impuestas sin juicio previo por la Dimayor a su director técnico y su capitán por las declaraciones a medios de comunicación en las que habían reclamado cuestionables decisiones arbitrales que para muchos eran razonables.
Aquellos jugadores de fútbol parecían estar gritándole a todo un país y también al mundo entero, en silencio y sin poder hablar, mediante un acto simbólico, un angustioso y desesperado grito de auxilio, un S.O.S. que parecía decir: “Auxilio, estamos secuestrados”.
Inmediatamente pensé: ¡es un grito de auxilio! ¡Esos futbolistas están secuestrados! Era increíble que con toda esa cantidad de espectadores, nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando.
¿Pero que tienen que ver la religión y el fútbol con la pederastia y el secuestro? ¡Pues mucho! ¡Ya entenderán porqué!
Hace unos días el prestigioso periodista Daniel Coronell denunció en su canal de Youtube el caso de impunidad del cura jesuíta Darío Chavarriaga, acusado haber abusado de varios niños en Colombia durante mas de 30 años, entre ellos, de varios hermanos de una misma familia, caso que que quedó en absoluta impunidad ante la justicia colombiana debido a la muerte del victimario y en especial, según indican los documentos publicados por Coronell, por el encubrimiento que de sus crímenes hicieron los jerarcas de la orden Jesuíta en Colombia, a la que pertenecía Chavarriaga.
Tuvo que pasar mucho tiempo, mas de 30 años, y la muerte del violador, para que el caso saliera a la luz pública, lastimosamente cuando ya la justicia no tenía nada que hacer.
Pues bien, algo muy similar podría estar pasando con los futbolistas de Colombia y el mundo, por cuenta de los abusos de otra organización privada mundial, no religiosa, sino deportiva: la Federación Internacional de Fútbol Asociado mas conocida como FIFA y sus representantes en Colombia: La Federación Colombiana de Fútbol y sus órganos asociados La Dimayor y la Difútbol. Una organización que al igual que la Iglesia pareciera estar en muchos países incluido Colombia por encima de la ley y del Estado.
Lo escribo porque hace poco se vivió en Colombia uno de los episodios mas vergonzosos del fútbol mundial sin que nadie pareciera advertir sus graves implicaciones mas allá de la indignación de algunos hinchas y los serios cuestionamientos hechos por la opinión pública y la prensa especializada a la entidad rectora del fútbol profesional en Colombia.
Me refiero al triplemente escandaloso caso en el que el equipo de primera división del fútbol colombiano Atlético Bucaramanga, oriundo de la ciudad que lleva su mismo nombre, un modesto equipo que luego de 75 años había logrado coronarse campeón por primera vez, fue luego víctima primero, de controvertidas decisiones arbitrales de último minuto en tres partidos consecutivos que le perjudicaron en beneficio de otros equipos “grandes”; segundo, cuando luego de una injusta sanción a su director técnico Rafael Dudamel y su capitán Fabián Sambueza por haber hecho declaraciones a los medios en las que se quejaron con toda razón, y finalmente para terminar de consumar la injusticia de una nueva sanción impuesta esta vez a todos los jugadores del equipo y al club, esta vez, por haber protestado simbólicamente durante los actos protocolarios de un partido posterior, en el que todos los jugadores salieron a la cancha utilizando una cinta blanca tapando sus bocas, en señal de protesta por las sanciones impuestas, como diciendo: “Estamos silenciados. No podemos hablar”
Les confieso: yo entendí el mensaje de otra forma. Era un S.O.S. un llamado que parecía decir: “Auxilio, estamos secuestrados”
Al igual que las víctimas de los pederastas de la Iglesia, estos jugadores profesionales de fútbol, saben que nadie les va a creer todo lo que tienen que decir, denunciar y contar. Que no pueden hablar porque al igual que el Vaticano, la FIFA tiene sus propias leyes, su propio “derecho”, sus propios códigos, su propia jurisdicción.
Así como El Vaticano tiene sus propios códigos y leyes canónicas para cometer y encubrir los crímenes e injusticias de sus jerarcas, la FIFA y sus representantes en cada país, que en Colombia es la Dimayor, tiene su propio código disciplinario, que les permite tener un total control y subordinación de sus asociados, aún cuando les violen sus derechos humanos fundamentales, como el trabajo o la libertad de expresión, como ciertamente ocurre con esta última sanción a los jugadores por su protesta simbólica.
Así como las autoridades eclesiásticas secuestraron durante muchos años la verdad sobre los abusos de los pederastas, hoy la FIFA parece tener “secuestrados” y silenciados a todos los jugadores de fútbol profesional en Colombia y en el mundo.
Aunque casi toda la opinión pública en Colombia, hinchas, opinadores y comentaristas, para no hablar de algunos juristas, coinciden en que lo que hizo la Dimayor y la Federación Colombiana de Fútbol al imponer esta sanción es arbitrario, injusto, ilegal y desde lo jurídico abiertamente inconstitucional, nadie se atreve a cuestionarlos, al igual que nadie se atrevía a cuestionar las absurdas, injustas y encubridoras decisiones del Clero frente a los casos de pederastia cometidos por algunos miembros de la Iglesia.
Para ello la FIFA se vale de un argumento y una herramienta: Que es un entidad privada cuya asociación es voluntaria (algo así como que el que no quiera someterse a sus leyes, bien puede irse y resignarse a no jugar nunca mas futbol profesional en ningún país del mundo ) y que se dan su propio reglamento (sus códigos disciplinarios).
Con dos agravantes: quien se atreva a cuestionar sus arbitrarias decisiones puede ser sancionado por sus directivos y quien acuda a la jurisdicción ordinaria para reclamar sus abusos, es vetado y expulsado de la federación, con lo cual termina su carrera deportiva. ¡Como en el Clero!
Una ojeada al código disciplinario de la Federación del Fútbol Colombiano es suficiente para darse cuenta de los abusos a que están sometidos los futbolistas en Colombia, por poner solo algunos ejemplos.
Se viola el derecho fundamental al debido proceso: Según el código disciplinario la Federación Colombiana de fútbol puede imponer sanciones a sus asociados sin juicio previo, Es decir, primero los sancionan y después los juzgan.
La Federación Colombiana de Fútbol, en su código disciplinario viola el principio universal del derecho a la doble instancia. Las decisiones que imponen sanciones son revisadas en una falsa segunda instancia por otro órgano de la propia federación, subalterna y dependiente de sus directivos.
Todo ello, con disposiciones que con apariencia de legalidad, violan los derechos fundamentales a la libertad de expresión, como el evidente caso de la sanción impuesta a los jugadores del club Atlético Bucaramanga por haber utilizado cintas en sus bocas como señal de protesta simbólica durante la previa del partido contra Fortaleza en Bucaramanga.
Como entidad privada que es, todos los documentos de la Federación Colombiana de Fútbol incluidos sus “códigos disciplinarios” deben ser presentados para su registro y aprobación ante las Cámaras de Comercio u otros entes estatales como el ministerio del deporte los cuales por regla general se supone deben estar acordes a la constitución y las leyes colombianas, pero ese no parece ser el caso del Código Disciplinario de la Dimayor, por lo que cabe preguntar: ¿Cómo es que una entidad privada en Colombia como la Federación Colombiana de Fútbol tiene hoy reglamentos abiertamente contrarios a la constitución que restringen derechos humanos fundamentales de los futbolistas por el solo hecho de ser asociados?
Mientras la FIFA promueve campañas mundiales contra el racismo, al mismo tiempo viola los mas elementales derechos humanos de sus futbolistas como cuando les coartan su libertad de expresión imponiéndoles sanciones por protestar. ¡Mas hipócritas imposible!
Mientras no los detengamos, desde Zúrich (ciudad sede de la FIFA en Suiza) y Ciudad del Vaticano se seguirán cometiendo toda clase de desmanes, abusos y atropellos contra niños y futbolistas del mundo, con dos pasiones de la muchedumbre: la religión y el fútbol. Una institución controla la religión y la otra el deporte mas popular del planeta. Dos verdaderos para-estados.
Ojalá no tengamos que esperar 30 años como en el caso del jesuíta pederasta para ver justicia, por que lo que hace la Federación Colombiana de Fútbol y FIFA con sus futbolistas es muy parecido a las violaciones de derechos humanos que cometió el Clero con los niños del mundo cuando nadie podía decir nada porque simplemente nadie les creía.
Los futbolistas profesionales de Colombia aunque son adultos, al igual que aquellos niños…no pueden hablar, están silenciados…secuestrados por los códigos de la Federación y de FIFA. Si protestan, denuncian o reclaman…los sancionan y finalmente al igual que ocurría en los colegios de los jesuitas…los expulsan.
Aquellos valientes jugadores de fútbol del Bucaramanga con cintas en la boca me hicieron recordar los códigos secretos de auxilio que promueven las campañas de protección a las mujeres en los bares y restaurantes con los que pueden pedir auxilio silenciosamente ante un inminente acoso o abuso sexual.
Al igual que aquellas, estos futbolistas ante sus abusadores no pueden hablar explícitamente ni en público, pero pueden enviar códigos de auxilio pidiendo ayuda. Eso fue lo que en mi sentir pude percibir de los jugadores del Bucaramanga aquél dia.
Los casos de pederastia del clero están comenzando a ser sancionados, las mujeres pueden pedir auxilio, pero …¿y los futbolistas? …¿no pueden ni siquiera quejarse porque los sanciona la FIFA? Absurdo.
Es hora de que las autoridades en Colombia le echen una miradita oficiosa a esos dichosos “códigos” que violan derechos humanos fundamentales, porque a los futbolistas de Colombia la Dimayor y la FIFA les impusieron la ley del silencio.
Adenda: La Federación Colombiana de Fútbol sancionó a la Jugadora de la Selección Colombiana de Fútbol Femenino Yoreli Rincon por “atentar contra la buena imagen de las autoridades del fútbol” por haber denunciado en medios de comunicación presuntos abusos sexuales por parte de un entrenador contra varias jugadoras. El entrenador nunca fue investigado por la Federación. A pesar de ser una de las mejores jugadoras nunca mas fue convocada a la Selección Colombiana Femenina de Fútbol.
Isaí Fuentes Galván es abogado y docente universitario, director y columnista de La Pluma del Gato.
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