Son las 7:00 p.m, hemos iniciado demasiado tarde. Los ventiladores no alcanzan a refrescar el aire que circula al interior de la sala de audiencia. Desde que se dañó el equipo que lo acondicionado ha pasado ya 1 hora y el aire que se ha concentrado en la sala de audiencia se ha calentado. Hay demasiadas personas. Las aspas de los ventiladores generan ráfagas calientes que golpean la cara de todos los que allí estamos. La humedad genera un ambiente pesado, tenso, y actúa de adobo de la tragedia que estamos a punto de vivir todos. Capturados, familiares de la víctima y su abogado, los abogados defensores, el fiscal, la procuradora, el público, entre los que están amigos de los capturados y sus familiares, periodistas, policías, todos en un espacio demasiado reducido. En el pasado, hace ya muchos años, antes de que sirviera a los intereses de la Justicia, en esa sala, en ese espacio, se reunían los concejales de la ciudad de Barrancabermeja, a sesionar, a discutir los temas de la ciudad, cuando la función de edil era ad honorem, es decir, su única remuneración era el honor de servir. En aquella época tampoco servía el aire acondicionado, pero nunca, durante el año que sirvió de recinto del Concejo, llegó a estar abarrotado de tanta gente, quizás porque los asuntos de la política de aquel entonces no eran de interés de tantos.
Hoy, no sesionan concejales y el caso ha captado la atención de toda la ciudad. El fallecido era querido por toda la comunidad, y los jóvenes son, como dicen ahora, de bien, para referirse a que, como pocos, han tenido oportunidades que, en un país tan desigual como Colombia, solo algunos tienen, como por ejemplo, ir a la Universidad. Solo puedo preguntarme en silencio ¿Por qué la Juez ha dejado ingresar a tantos? Intento concentrarme, y trato de mantenerme alerta, pero entre el murmullo, el calor, y las miradas del público, la mamá de la víctima, los periodistas y mi defendido, es una tarea casi imposible. Él, mi cliente, hace menos de 2 meses ha cumplido 18 años y ya enfrenta una imputación por Homicidio Agravado, es decir, la posibilidad de, si decide ir a Juicio – y pierdo- y resulta vencido, o como también se conoce, declarado culpable, de estar privado de la libertad durante más de 30 años. Desde que le miré en las afueras de la sala pidiéndole compostura, no ha dejado de mirarme como si me estuviera pidiendo autorización para respirar. Y eso es lo que siento. Tengo en mi poder, en mi responsabilidad la vida de un joven. Se me eriza la piel y no precisamente por el frío.
Aún y con todos los factores generadores de incomodidad, no puede, ninguno de los protagonistas, especialmente los abogados y la Juez, perder o ver reducida la capacidad de comprender, atender y tomar cuantos apuntes sea posible del relato que está ofreciendo la Fiscalía, porque es este y no otro, el primer objetivo de, los atrás mencionados. Allí, en esos hechos, se encuentra el fundamento para señalar a los jóvenes de homicidas, y privarlos preventivamente de su libertad y es en esos mismos hechos y evidencia, en dónde descansa también, la libertad de mi prohijado y quizás la de todos.
El relato del fiscal es desgarrador. Era de noche, en vía pública y él, la víctima, yacía en el pavimento, boca arriba, tratando de aferrarse a la vida luego de haber recibido, golpes de punta de pie en todo su cuerpo, pero los de mayor gravedad en su cabeza. Luego se conocería que, el golpe mortal lo había recibido en la región occipital. De acuerdo con la evidencia, los 7 hombres, habrían participado en la golpiza. A pesar de los esfuerzos de quienes estaban en la escena, quienes le prestaron los primeros auxilios, y de los galenos que lo atendieron en el hospital, nada pudo hacerse. Perdió la batalla contra la muerte a manos de quienes la señora Juez tenía al frente. Son un peligro para la comunidad, y pueden amenazar a los testigos de la Fiscalía y, además, pueden fugarse, la pena a la que se enfrentan es demasiado alta como para no pensar en la posibilidad de que huyan y no cumplan la posible condena y es por ello que, la Fiscalía solicita a la señora Juez, que durante el procedimiento se los prive de su libertad en un establecimiento de reclusión.
Antes de que interviniera lo habían hecho la procuradora y dos colegas defensores. Ahora es mi turno, la garganta se reseca, y todos los apuntes que tengo se ven borrosos. Tengo miedo, y debo controlarlo, pero tengo que permitirle un espacio en mi ser, porque es la única forma de evitar que la confianza y la sobradez se apoderen de mis palabras. Respiro hondo, cierro los ojos, me olvidó por un instante de todos, ya no escucho el murmullo, y el calor se desvanece. Nada más existe, solo ella, la Justicia, la Juez. La miro a los ojos, y durante 45 minutos la miraré como a ninguna mujer antes, solo que esta vez no será para hablarle de amor, sino para convencerla de que, la evidencia no apunta hacia mi cliente con la intensidad que el Fiscal le ha dicho, y que por el contrario, en ella se encuentran zonas oscuras que, impiden concluir, más allá de toda duda razonable, en el grado permitido en ese momento – inferencia-, que él, hubiese participado en la agresión. Cuando finalizó, mi cliente aún me mira fijamente, pero esta vez, lo hace acompañado de lágrimas. Puedo leer sus labios: Gracias –me dice-
La majestad de la justicia, representada por la Señora Juez vestida con su impoluta toga negra, hace que sea ella, sobre quien se concentren todas y cada una de las miradas de los demás, incluyendo la mía. Ella, allí, sentada en el estrado, que no es más que una estructura de madera, que se alza algunos centímetros del suelo para provocar el efecto de que está más arriba que todos los demás, ha escuchado todas las versiones y ha podido ver toda la evidencia que los actores le han ofrecido.
Vestida con su toga negra, debe tomar una decisión que impactará la vida de toda la comunidad. Y en ese instante me doy cuenta que, ella, es una abogada que fue escogida por el Estado para impartir justicia y darla a conocer a través de una decisión judicial. Que quizás sea madre, seguramente hija y hermana, tal vez tía de una o un pequeñín, amiga de sus amigas y enemiga de quienes le han hecho daño en el pasado. Esposa abnegada o novia intensa o como ahora les dicen ¡tóxica!
Ella, la Juez, es una mujer como muchas colombianas, que desempeña un rol, pocas veces exaltado y reconocido por la comunidad para la cual trabaja. Y si, ella también siente calor, y mucho más con esa toga negra y ahora, tiene en sus manos, la difícil decisión de, dejar en libertad a 7 hombres por las razones que ella deberá exponer y seguro, como ya ha ocurrido, afrontar el peso de los medios y de la sociedad que la llamara corrupta, inepta, prevaricadora. Pienso en que ella, en ese instante también siente miedo. Pero si decide privarlos de la libertad, también recibirá el mismo ataque o quizás aún peor. Es en momentos como esos cuando me siento privilegiado de ser abogado defensor y de no tener que sentir como aquella valiente mujer juez…el calor de la toga.
0 12335 Me Gusta