Uno de los fenómenos más llamativos de la política colombiana actual es la aparición en los últimos años de una nueva clase de dirigentes políticos que sin ninguna formación personal o académica para esa actividad, es decir, sin un mínimo de idoneidad en términos de conocimiento de la administración pública o competencias para administrar lo público o gobernar, terminaron de la noche a la mañana, como por arte de magia, elegidos unos y designados otros, en corporaciones públicas, cargos de elección popular y entidades públicas de la mayor importancia.
El fenómeno incluye alcaldes, gobernadores, concejales, diputados, congresistas y presidentes.
Es así como con el pretexto de ejercer el derecho a elegir y ser elegido consagrado en nuestra constitución política del 91, terminamos reemplazando en la administración de lo público a las mentes más brillantes del país, con altos estándares éticos, humanistas, formados intelectuales, profesionales diversos, estadistas, conocedores de la economía, el derecho, la literatura, el arte, la ciencia, el periodismo y la filosofía política; por actores de televisión, reinas de belleza, futbolistas, lustrabotas, pastores evangélicos, sacerdotes, ex policías, ex militares y toda clase de desempleados, incluidos los llamados out-siders, activistas, influencers y otras rarezas, que más que abrir espacios para la discusión democrática abierta y respetuosa o elevar el nivel del debate político, han contribuido a rebajar seriamente su altura así como la calidad de los gobiernos municipales, departamentales y nacional a unos estándares verdaderamente vergonzosos e inaceptables. Eso por no hablar del congreso, en donde una gran mayoría de los que lo conforman carece de las competencias intelectuales mínimas para plantear un debate sobre los temas sometidos a su consideración que luego se convierten en leyes de la república.
Así lo dejan ver las pobres intervenciones de algunos de ellos en el máximo recinto de la democracia y ahora en las redes sociales, que cuando no parecen discusiones de la gleba, en las que abundan los insultos y escasean los argumentos y las ideas, se asemejan entonces a los legos que por no entender el tema del que se habla prefieren guardar sepulcral silencio, razón por la cual no se les conoce la voz. Y parece preferible, porque si hablaran sería peor. El oso sería monumental.
El fenómeno puede ser consecuencia de varios factores. El primero, que no logramos superar la constituyente del 91, que recordemos fue convocada para hacer –entre todos- una nueva constitución y no para legislar de manera permanente. Como dijo el filósofo: una cosa es una cosa y otra cosa, es otra cosa.
Nos quedamos con la idea -que terminó convirtiéndose en una verdadera “tara” social y política- que sopretexto de garantizar la participación ciudadana, el pluralismo y la inclusión de las minorías podemos exonerar a nuestros representantes políticos y gobernantes de la competencias intelectuales y académicas mínimas requeridas para administrar, controlar, legislar y gobernar. Por esa via personajes como la empleada doméstica de un ex senador santandereano condenado por parapolítica llegó a ser senadora de la república, un expolicía se convirtió en gobernador, y dos de sus hijos fueron senadores y gobernadores ambos.
Que personajes como Polo Polo sea hoy congresista y una de las cabezas visibles de la oposición en Colombia es un claro ejemplo de lo que les escribo. Tambien lo son Juan Carlos Cárdenas alcalde de Bucaramanga; el excandidato presidencial Rodolfo Hernández, Los senadores Fabian Diaz y Jota P Hernández, activista e influencer respectivamente, El gobernador Mauricio Aguilar se salva porque por lo menos había sido senador y eso de todas formas es escuela, pero cuando llegó a serlo no tenía la preparación ni las competencias para ello; y por último el expresidente Ivan Duque son claros ejemplos de cómo personajes sin el conocimiento, la preparación ni las competencias necesarias llegaron a esos cargos por “tas tas”.
Caso aparte y con mención especial son algunos alcaldes y concejales de Floridablanca (Santander), que hace años viene haciendo méritos para que le otorguen el título del municipio más corrupto del país.
El segundo factor podría ser la incursión del paramilitarismo y el narcotráfico en la política colombiana. Es claro que luego de la muerte de Pablo Escobar y su derrota militar en la guerra que le declaró al Estado colombiano hizo que el narcotráfico cambiara la estrategia y decidiera que era mejor infiltrar y apoderarse de las instituciones del Estado financiando a sus cuadros para que se hicieran elegir por voto popular que combatir al Estado mismo. Para ello el narcotráfico creo un brazo político (los parapolíticos) y otro militar (los paramilitares) para sopretexto de luchar contra las guerrillas de izquierda que los venía extorsionando lograr el control político y militar de las regiones y poder así garantizar la salida de su producto: la coca. Esa fue una fórmula ganadora en la política colombiana a todos los niveles pues con el dinero del narcotráfico se compraron cientos de miles de votos y a los que no querían venderlo los amenazaban. La vieja fórmula de Pablo Escobar funcionó esta vez, pero ya no contra el Estado sino contra los ciudadanos, para hacerlos votar por sus candidatos les daban dos opciones: “Plata o Plomo”. Fue así como los “clanes” consolidaron su poder e influencia política, con el control político de las instituciones del Estado y con el control del territorio por la fuerza con su brazo armado: los paramilitares. Control total del Estado.
Esos cuadros se convirtieron entonces en concejales, diputados, gobernadores, alcaldes y por supuesto Presidente.
Algunos de esos cuadros todavía tienen hoy partido político propio pues les gustó tanto la política al punto de llegar a afirmar alguna vez que “la política es mejor negocio que el narcotráfico”.
Otros son hoy grandes y muy prósperos contratistas del sector salud en Santander, “respetables” empresarios de la tercerización laboral de los hospitales del Estado que tuvieron concejal y luego candidato a la alcaldía de Bucaramanga.
Fue así como posteriormente se supo que los paramilitares llegaron a tener secretarías en la Gobernación de Santander. Por poner un solo ejemplo.
El tercer factor determinante de este fenómeno es lo que podríamos llamar el “efecto Uribe” pues su elección y posterior reelección como presidente de Colombia consolidó el control total del estado por el narcotráfico y los paramilitares, que ya habían logrado controlar el congreso, desde donde promovió a esa nueva clase política inexperta, incompetente, mafiosa y corrupta de la que les escribo.
El cuarto factor es el descrédito que la actividad política sufrió por cuenta de todos estos hechos, que hicieron que la ciudadanía desconfiara profundamente de su clase dirigente que pasó de ser considerada ya no solamente corrupta sino además mafiosa, asesina y sobre todo inepta e incompetente.
Este último factor hizo que el fenómeno se convirtiera en causa y consecuencia al mismo tiempo, pues la ciudadanía desesperada creyó entonces que todos los políticos eran hampones y comenzó a mirar a los activistas, out-siders e influencers como su carta de salvación, pues aunque no son mafiosos son igual de incompetentes que los primeros, por lo que el remedio pudo resultar peor que la enfermedad.
Esta reflexión es pertinente para preguntarnos: ¿ qué es mejor, seguir eligiendo y dándole nuestra representación política a clanes mafiosos corruptos o dárselo a los activistas, out-siders e influencers faltos de idoneidad, conocimiento, preparación y competencias?
¿Volveremos a mirar como opción de gobierno a los “políticos profesionales” que aunque tienen alto riesgo de corrupción (en sus “mínimas proporciones” como diría Turbay Ayala) saben y tienen el conocimiento y las competencias para administrar y gobernar?
¿Acaso es indispensable formar una nueva dirigencia política “profesional” formada en competencias, conocimiento y preparación para asumir la representación política, la administración y el gobierno de nuestras ciudades, departamentos y país?
¿Debe la política pasar de ser un oficio a ser una profesión? ¿Limitaría ello el ejercicio del derecho a elegir y ser elegido?
Esa es la cuestión: ¿La política para los políticos o seguimos cómo vamos?…
0 12335 Me Gusta
2 comments
excelente columna, felicitaciones, el tema es que los políticos saben de política y de la función pública, así mismo son expertos en corrupción, los nuevos duran aprendiendo o en curso de aprendizaje un buen tiempo y cometen los errores al robar que los delatan.
Buenísima mi doctor