Que Kamala haya perdido estas elecciones no fue la gran “cagada” para el partido demócrata.
La gran cagada ha sido la inversión en la polaridad de los dos partidos.
Hoy por hoy, aunque ustedes no lo crean, en USA el partido republicano se ha convertido en el partido del “pueblo”, y el partido demócrata, en el partido de las “élites”. ¿Cómo pudo haber sucedido semejante cambio en la polaridad de los dos partidos?
Esa es la principal lección de estas elecciones que acaban de terminar acá en los Estados Unidos.
Históricamente, el partido demócrata siempre fue el partido del pueblo, el de los trabajadores, el partido del ala liberal de la política americana, mientras que el partido republicano era el partido de las élites conservadoras y ricas del país.
Mientras que progresistas como Franklin Delano Roosevelt eran demócratas, millonarios como los Rockefeller eran republicanos.
No obstante, los republicanos tenían una ventaja popular sobre los demócratas: Lincoln, quien había sido el presidente que había emancipado a los esclavos negros, fue republicano, y por lo tanto, muchos afros en los Estados Unidos eran republicanos y votaban republicano hasta mediados de los 60s del pasado siglo.
Sin embargo, las tensiones raciales alcanzaron su pico durante las décadas de los 50s y 60s del pasado siglo, y como fueron las administraciones de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson las que pasaron la legislación que les otorgaba igualdad a los negros (Civil Rights Act of 1964) y acababa con la segregación racial, en especial, en el sur de los Estados Unidos, la gran mayoría de los blancos del país se volcaron hacia el partido republicano, creando el gran “cisma” político que duró hasta antes de ayer.
Desde entonces y durante los siguientes 60 años el partido demócrata fue el partido de las minorías, de los Afros, de los latinos, de los recién llegados, mientras que el partido republicano se tornó en el refugio político del hombre blanco conservador que se oponía a una igualdad con el resto de las razas.
Así, estados como Texas pasaron de ser estados demócratas a estados republicanos de la noche a la mañana. La Texas de Lyndon B. Johnson, líder demócrata, se volvió la Texas de los Bush, republicanos ricos de hueso colorado.
Todo eso acabó antes de ayer, y acabó de la manera más insospechada.
El partido demócrata se corrió tanto hacia la izquierda en términos raciales, sociales y culturales, que ha terminado como un partido que aglutina a una élite liberal, “woke” y diversa que el hombre del común en Estados Unidos rechaza.
La doctrina demócrata que acaba de ser derrotada por Trump por segunda vez es una doctrina sofisticada hecha de diversidad racial, diversidad cultural, liberalismo sexual, liberalismo cultural y ecologismo, que está completamente desconectada de las necesidades del pueblo, que ahora está con Trump.
Un demócrata típico de hoy es una lesbiana, o un hombre gay, negro, ecologista, conservacionista, de clase alta, de Nueva York o Los Angeles, que fuma marihuana y maneja un Mercedes SUV y ve todas las noches noticieros liberales como MSNBC, o CNN, en donde otros hombres de diversidad exótica (latinos, negros, orientales, hindúes, africanos) los informan sobre temas sofisticados.
Entonces, y siendo así las vainas, el agricultor blanco de Kansas, o incluso el trabajador latino de Texas, o el obrero calificado de Michigan, ya no encuentran una identificación con el partido demócrata, porque, ni él o ella es negro o hindú, ni fuma marihuana, ni anda en Mercedes Benz, ni entiende de ecología. El partido demócrata se volvió tan “woke”, que se ha distanciado de sus raíces populares y se ha convertido en un partido de élites liberales de grandes ciudades.
Y si fuera de eso tú le añades a los demócratas matrimonios del mismo sexo, operaciones para cambio de sexo con plata de los contribuyentes, y asilo a cualquier inmigrante que se presente en la frontera, ese pobre tipo de Kansas, o Michigan, o Texas, acaba horrorizado con el partido demócrata, que fue lo que derivó en la estrepitosa derrota de los demócratas del pasado martes. El hombre de a pie quería que bajara la inflación y tener un mejor salario, y los demócratas lo que le ofrecían era “aborto para todas las mujeres” y operaciones a transexuales gratis. La desconexión no pudo ser más profunda.
Entonces, Trump, que es un genio para la política, se dio cuenta que su mensaje tenía que ser más simple, más cercano a lo que la gente quería.
La gente del pueblo, mis estimados lectores, es más simple de lo que ustedes creen.
La gente del pueblo lo que quiere es comer bien, un poco de seguridad en las calles, un poco de bienestar y tener la salud cubierta, nada más. Ver partidos de fútbol americano los fines de semana, y hacer un asado con los amigos, pare de contar. Y salen estos burros demócratas ofreciendo abortos para todo el mundo y operaciones para transexuales, y la desconexión no pudo haber sido peor.
Estas elecciones, al menos acá en los Estados Unidos, marcan el principio del fin del “wokismo”, el principio del fin de las causas más liberales. Un individuo “woke” de Los Angeles o Nueva York es visto en el corazón del país, en estados como Kansas, Oklahoma o Nebraska, como un marciano, y la gente del común se mamó de esos “marcianos”.
Un obrero común y corriente de Idaho o Dakota del Sur ve a uno de eso liberales de San Francisco que come ensalada de kale con semillas de marañon y yogurt dietético como a un extraterrestre. Y si ese “extraterrestre” anda en bicicleta dizque para no contaminar y va a reuniones ecologistas y a protestas en favor del aborto, ese tipo o tipa sale corriendo despavorido.
Kamala Harris era la encarnación de esos “extraterrestres”, por eso perdió el martes. El gringo común y corriente come hamburguesas, va a ver fútbol americano el fin de semana, y va los domingos a misa. Nada que ver con ese ateo liberal que come ensalada de kale con marañon, y protesta en favor del aborto.
Ese fue el mensaje de Trump, un mensaje simple en donde los valores de la América más tradicional quedaban resaltados, en oposición a esta nueva América de “extraterrestres liberales”. Los Estados Unidos de la tradición familiar, de los valores viejos, de la hamburguesa, el fútbol americano y misa los domingos, derrotó a la América pro-aborto, de ensalada de kale con marañon y de operaciones transexuales gratis. El hombre heterosexual común y corriente de valores tradicionales derrotó al individuo gay, woke y diverso.
De hecho, el “wokismo” ya tiene mamado a mucha gente en este país, y entre ellos me incluyo.
Y no soy el único. Ya hay un poco de liberales que vienen dando la vuelta porque ese cuento acaba mamando. Tengo bastantes contactos gays e incluso familiares, pero ya yo no me aguanto una bandera de arco iris mas, ni un legalizador de la marihuana más, ni un exacerbado ecologista más.
Todos estamos de acuerdo en que los gays deben gozar de iguales derechos que los heterosexuales, que el planeta hay que cuidarlo y que el que quiera fumar hierba que la fume. Pero no enfrente mío.
Hace 3 años celebre mi cumpleaños con mi novia de ese entonces en Nueva Orleans, una ciudad que yo amaba y con la que tenía una gran conexión desde que era casi un niño, pues en Louisiana fue en donde aprendí inglés con 18 años (Louisiana State University).
La Nueva Orleans de mi juventud era una Nueva Orleans espléndida, bella, deliciosa, de buen comer y buen gozar con toda su música y sus tradiciones. La Nueva Orleans que me encontré hace 3 años fue una Nueva Orleans “woke”, apestando a marihuana en todas sus calles, llena de drogadictos por doquier, e insegura.
Ya ni siquiera se puede rumbear en el French Quarter, toca ir a Frenchman’s Street.
Y, en San Francisco, la otrora bella San Francisco que conocí por primera vez en 1983, huele a marihuana hasta en la autopista cuando uno va en el carro. Eso para no hablar de las decenas de miles de “homeless” viviendo en carpas en sus calles.
Esa es la ciudad de Kamala Harris, por eso perdió antenoche…
Si tu me das a escoger entre la América suburbana, de barbecues los sábados, fútbol
Americano los domingos y una SUV, y la América woke, yo me quedo un millón de veces con la primera. ¿Quién hijueputas quiere vivir rodeado de marihuaneros, pagándole operaciones de cambio de sexo a presos con la plata de tus impuestos y comiendo kale con marañon y yogurt?
Yo no sé a cuantos de ustedes les gusta este último plan, pero yo si prefiero hacer un barbecue los fines de semana en la piscina estilo resort de mi complejo, tomándome un aperol spritz y viendo y conociendo bollitos en bikini.
La ensalada de kale con marañón se la comerá su madre, a mi dame una hamburguesa doble carne con guacamole…
A esa misma conclusión que llegué yo, llegaron los otros 74 millones mas que votaron por Trump, por eso ganó…
0 37827 Me Gusta