Cuatro años atrás cuando Rodolfo Hernández apoyado por algunos ‘cacaos’ de la ciudad desde el Club del Comercio y con la ayuda de ‘El Periódico’ nos recetaron a Juan Carlos Cárdenas para que continuara la ‘gesta’ iniciada por el primero de ‘sacar a los políticos corruptos’ – cuyo verdadero propósito era recuperar los negocios que los políticos emergentes les habían quitado- fuimos muy pocos los que advertimos lo inconveniente de esa receta.
Fue principalmente la ciudad la que terminó pagando esa mala recomendación, a la postre, decisión de la ciudadanía, que seducida por el engañoso discurso simplista, populista y vacío de la ‘anti-corrupción’ eligió a Cárdenas Alcalde, seguramente con el único propósito de castigar los abusos y desmanes de la política tradicional.
Como lo advertimos en aquella ocasión, Cárdenas era en ese momento un ‘outsider’ totalmente desconocido, sin ningún tipo de participación en el debate público de la ciudad, sin liderazgo alguno, sin conocimiento ni sentido de pertenencia por Bucaramanga, pues casi toda su trayectoria gerencial en el sector privado la había hecho por fuera, sin vivir aquí, su absoluta inexperiencia administrando y gestionando lo público aunado a su habilidad para hacer negocios dan buena cuenta del desastroso resultado de su gestión como alcalde.
Los resultados saltan a la vista. De un 70% de desaprobación de su gestión en Octubre pasado (la mas alta registrada por un alcalde desde que se hacen estas mediciones) Cárdenas terminó su periodo este año con un 64% según Invamer. Pero como dicen por ahí ‘del ahogado, el sombrero’. Lo escribo porque…pudo ser peor. De no haber sido por su adlátere, su jefe de gobernanza, Saharay Rojas, la cosa podría haber sido mucho peor.

Es que llegó un momento, para el último año de su periodo, en que Cárdenas se desentendió por completo de la ciudad delegando casi toda su gestión de gobierno -sino toda- en su funcionaria. Fue así como mientras Cárdenas viajaba, rumbeaba, comía empanada y hacía maromas con copas de aguardiente y todas las cosas que se le vio hacer y que enviaban un preocupante mensaje de incertidumbre a la ciudadanía, su Jefe de Gobernanza apagaba incendios, salía a hacer frente a los escándalos, manejaba las relaciones con los concejales para sacar adelante la precaria agenda de gobierno, mientras el alcalde se ocupaba solo de los negocios con sus amigos y socios.
La situación de desgobierno empeoró cuando en medio del año electoral (2023) pretendió por un lado apoyar a algunos candidatos y por otro llevar candidatos propios, todo en medio de sus bandazos para inicialmente apoyar las aspiraciones a la alcaldía de Horacio Jose Serpa y luego, a última hora la de Fabián Oviedo. Su inexperiencia y desconocimiento del ajedrez político lo llevaron a terminar dándole juego y participación burocrática a algunos de los políticos corruptos que en campaña había dicho iba a terminar de sacar. El resultado electoral como era de esperarse fue desastroso.
Para la posteridad quedará la frase que le dijo su jefe de gobernanza mientras desayunaban en el restaurante Tony aquella mañana de domingo de elecciones: “tranquilo alcalde, llevamos la plancha ganadora…yo nunca pierdo”. Y es probable que asi hubiera sido.
Ni Horacio José Serpa ni Fabián Oviedo, candidatos a la alcaldía, ni Leonardo Mancilla, ni Wilson Ramírez candidatos al concejo, todos ellos candidatos del alcalde, ni los de la jefe de gobernanza, que los llevaba propios, lograron el objetivo de ser elegidos.
Al desgobierno también ayudó el Concejo. Un concejo servil y arrodillado (con contadas y conocidas excepciones como el alcalde electo Jaime Andrés Beltrán y al final del periodo Carlos Parra entre otros) liderado por personajes negociantes como él, de baja estatura intelectual pero eso sí curtidos en viejas y oscuras prácticas políticas, algunos de ellos fichas de la política tradicional como Javier Ayala, Wilson Ramirez, Cristhian Reyes o el tal ‘Chumy’ Castañeda, este último a quien en una ocasión se le vio persiguiendo a la comitiva del expresidente Duque luego de haber despotricado de su gobierno desde el concejo.
En fin, el de Cárdenas no fue un periodo de gobierno, sino de desgobierno para la ciudad, en el que fluyeron los negocios para él, sus amigos y para los concejales que se le arrodillaron mientras la ciudad quedó a la deriva, a merced de la delincuencia, en medio de un ambiente de caos y anarquía y últimamente endeudada por un multimillonario y oneroso empréstito que como buen aguinaldo navideño le aprobó de salida su arrodillado concejo a pesar de todas las advertencias y recomendaciones del alcalde electo y su equipo de asesores para que no lo hiciera.
El moño navideño, su regalo de despedida, lo recibimos los bumangueses mientras escribía esta columna por cuenta del monumental trancón que armó al ordenar cerrar la Carrera 27 para hacer un concierto musical, con venticuatro horas de anticipación para colocar allí el palco y las sillas en las que seguramente se sentará con sus amigos, socios y colaboradores a tomar aguardiente y escuchar cumbias durante el evento. Así fue todo su mandato: errático, mediático y fiestero.
Cárdenas no solo fue un terrible error de la ciudad. Es la típica fábula de ‘la tortuga en el poste’ un perfecto desconocido que llegó desde el anonimato a gobernar la quinta ciudad mas importante del país, que luego no supo que hacer con el poder delegándolo en otros y que finalmente terminó desprestigiado por su propia ineptitud. Un ‘outsider’ que no solo decepcionó sino que desfalcó moral y políticamente a toda una ciudad.
En su favor habría que decir que es un caballero, que no insultó ni persiguió a sus opositores; que es un excelente relacionista público y que atinó con su último director de tránsito Carlos Bueno quien hizo la tarea con lo que pudo.
Su administración no es ‘para olvidar’, como suele decirse en estos casos, sino para aprender que en política no todo lo nuevo es bueno, ni todo lo joven es renovador, y que no todo aquél ‘outsider’ antipolítico que despotrica de los políticos y la política es necesariamente un buen gobernante, pero sobre todo… que para gobernar bien se necesita saber de eso: de los asuntos del Estado y de politika. La de los griegos.
Por ahí vienen haciendo carrera desde las redes sociales y ahora desde el congreso otros nuevos ‘outsiders’ que difícilmente sospechan lo que es ‘polítika’ que aunque ni siquiera conocen como se conforma y funciona el Estado, siguen pensando que hacer política es denunciar, vociferar, provocar y hacer escándalos…estos no quieren ser alcaldes sino presidente …¡válgame Dios!
-Que pase el siguiente-
¡Don Mauricio! … ¿cómo le va?
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