Hace ya algún tiempo, escroleando en Youtube, me encontré una conferencia de la psiquiatra española Marian Rojas Estapé, hija del también psiquiatra y prominente escritor español Enrique Rojas en la que exponía con mucha claridad y solvencia académica la influencia de nuestros pensamientos en nuestra realidad y como estos pueden efectar nuestro metabolismo y generar hormonas como la dopamina o el cortisol en nuestro cuerpo que finalmente inciden en el estado de ánimo y la salud de las personas.
El tema llamó mucho mi atención porque hace tiempo he venido reflexionando sobre la salud mental como un elemento esencial de la convivencia y la seguridad en la ciudad.
Los casos de intolerancia, riñas, asesinatos, feminicidios y suicidios que vienen ocurriendo deben tener desde la ciencia alguna explicación y aunque algunos siguen opinando que la psiquiatría y la sicología son “pseudo-ciencias” soy de los que piensa que buena parte de los problemas que tenemos como ciudadanos, como habitantes de la ciudad, tienen que ver mucho con la salud mental y que estas disciplinas podrían ayudar a resolverlo.
No es un secreto que la ansiedad y la depresión son problemas que hoy aquejan a una gran mayoría de personas, indistintamente de su clase social, situación económica o nivel de educación y que en no pocas ocasiones estas resultan desencadenando situaciones realmente graves que afectan la paz, la tranquilidad y la seguridad tanto personal como social.
Hay muchas personas que están atravesando por situaciones emocionales muy difíciles, que les hacen sentir un dolor que en ocasiones puede llegar a ser mucho mas intenso que un dolor físico, lo peor es que muchos de ellos viven su propio drama completamente solos, absolutamente solos y en silencio, sin que nadie les escuche o les brinde ayuda. Esas personas pueden explotar en cualquier momento y podrían llegar a ser las protagonistas de los graves y aterradores casos de intolerancia, feminicidios y suicidios que vemos a diario en las noticias.
Lo mas grave del asunto es que muchas de esas personas no reconocen su situación de enfermos mentales, es mas, ni siquiera sospechan que puedan estarlo. La sola posibilidad de considerarlo les aterra, ir al sicólogo o al psiquiatra resulta para muchos algo vergonzoso, porque nadie, ninguno de nosotros está dispuesto a aceptar que padece de una enfermedad mental porque eso, en el imaginario colectivo equivale a “estar loco” lo cual es falso. Padecer una enfermedad mental no significa necesariamente ‘estar loco’ ¡sáquense eso de la cabeza!
Aún así, no existe una cátedra ni en el colegio ni en la universidad que nos enseñe a gestionar nuestras emociones y pensamientos, como tampoco una política pública de prevención de las enfermedades mentales. El sistema de salud por su parte no ofrece un portafolio de prevención, se limita a medicar desde la siquiatría tradicional con medicamentos paliativos que alivian los síntomas pero que no resuelven la situación de fondo y por el contrario en muchas ocasiones empeoran la situación generando efectos secundarios.
Marian Rojas nos habla de dos sustancias que produce nuestro cuerpo, dos hormonas: la dopamina y el cortisol.
La dopamina está relacionada con pensamientos y sensaciones de bienestar y felicidad; y el cortisol con el estrés, la ansiedad, el miedo, la ira y el rencor. Mientras la primera nos hace ser amables y tranquilos, la segunda nos hace agresivos y violentos, porque es junto a la adrenalina, la hormona de la supervivencia, la que nos hace reaccionar frente a una amenaza real o imaginaria, para protegernos, pero que generada en exceso es perjudicial para nuestra salud mental y física.
En síntesis lo que plantea Marian Rojas Estapé, es que debemos cuidar nuestros pensamientos asi como cuidamos de nuestro cuerpo para generar mas dopamina y menos cortisol, pues si no lo hacemos, el exceso de cortisol en nuestro cuerpo podría llegar a enfermarnos.
¿Pero cómo cuidar de nuestros pensamientos?
Lo primero según Rojas, es ser conscientes de lo que estamos pensando.
Lo segundo es preguntarnos ¿porqué estamos pensando así? Y acto seguido ¿porqué actuamos así?
En tercer lugar, cuidar lo que consumimos, porque somos lo que consumimos, tanto a nivel físico como mental.
Por último es esencial aprender a cambiar nuestros pensamientos, que es lo que finalmente logra cambiar nuestro comportamiento. Algo así como adquirir la habilidad de cambiar lo que estamos pensando para lograr cambiar lo que hacemos y como nos sentimos con nosotros mismos y con los demás. Un estado de consciencia aprendido.
Así como los alimentos que consumimos pueden afectar nuestra salud física; la música, el arte, las películas, los libros, las noticias, que vemos leemos o escuchamos pueden afectar nuestra salud mental.
Un ejemplo: no podemos esperar tener pensamientos positivos y optimistas luego de pasar varias horas escuchando música “corta venas” de Julio Jaramillo, Darío Gómez o Alzate; no podemos esperar tener pensamientos de bienestar y prosperidad si escuchamos música que únicamente se queja de la pobreza y la exclusión, como cierto género musical que de un tiempo acá algunos quieren hacernos creer representa a nuestra ciudad. Por muy popular que sea no comparto la idea de convertirnos en lo que dicen sus letras. No es un tema clasista, sino de conveniencia, de bienestar, de proyección.
Somos lo que vemos, oímos, percibimos, comemos, olemos, pensamos y hablamos. La calidad y salubridad de nuestros pensamientos, que es lo que debemos cuidar según Rojas, están directamente relacionadas con todo lo que consumimos tanto con nuestra boca (alimentos) como con los demás sentidos.
Pensé entonces, que buena parte de esa rabia, agresividad y violencia que vemos y escuchamos a diario en las redes sociales y en las calles, en todas partes, y que se manifiesta negativamente en la seguridad y la convivencia de nuestra ciudad desde la intolerancia, podría tener mucho que ver con nuestra salud mental, pues no hay que hilar muy delgado para saber que estamos rodeados de un ambiente toxico. Desde las noticias que leemos o escuchamos en la mañana, pasando por los comentarios pesimistas y negativos cargados de odio que ofenden, polarizan, llenándonos de pesimismo así como las situaciones cotidianas de intolerancia en la calle, hasta los contenidos que vemos en nuestro celular antes de irnos a dormir.
La ciudad está llena de cortisol, hay que bajarle a esta hormona, mas dopamina y menos cortisol, quizá así logremos bajar los índices de intolerancia, agresividad y violencia. Esa podría llegar a ser una política efectiva para la prevención de los casos de intolerancia en la convivencia ciudadana porque podríamos estar enfermos – que recuerden no es lo mismo, que estar locos- sin saberlo.
No podemos seguir pensando que para prevenir riñas, feminicidios y suicidios basten la ‘línea púrpura’ y la ‘ruta de atención’ que casi siempre llegan cuando ya es muy tarde. Hay que prevenir desde la atención a la salud mental de los habitantes de la ciudad, la solución podría pasar por ahí. Hay mucha gente enferma y no existe una oferta institucional de atención y prevención de las enfermedades mentales, es por esto que pienso que a la ciudad del cortisol le vendría bien ser la primera ciudad de Colombia en tener una ‘clínica del alma’.
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Cada ser humano se deja envolver o se deja llevar por formas o costumbres.de moda o hábitos del momento.asi sean Dañinos o buenos eso el Rol de Moda y de vida