Hace algunos años, mi vida dio un giro inesperado cuando asumí un cargo en la administración municipal. Mi experiencia en las aulas de educación superior quedó en pausa mientras me sumergía la formulación de políticas públicas, el cumplimiento de metas, la ejecución presupuestal, las interminables reuniones y las sesiones del Concejo Municipal. A pesar de este cambio, mi vocación de docente nunca desapareció por completo. Llevé un tablero a lo que solía ser mi oficina como Secretario de Desarrollo Social y, de vez en cuando, intentaba encontrar el equilibrio entre la función pública y orientar los procesos con mamarrachos en el tablero.
Tiempo después, tuve la oportunidad de volver a la “dictadura de clases” y acepté con entusiasmo la responsabilidad de impartir tres materias en una institución de educación superior. Para evitar conflictos con mis proyectos personales, me embarqué en la odisea de levantarme todos los días a las cinco de la mañana para llegar puntualmente a la desafiante clase de 6 a.m. Mi regreso a la docencia fue emocionante, pero también me planteó desafíos bastante complejos. El mundo de la educación ha evolucionado considerablemente en los últimos años, y sentía que había aterrizado en un planeta completamente nuevo.
Mis ejemplos parecen haber envejecido rápidamente. Quise hablar sobre la forma en que recordamos los acontecimientos que se convierten en hechos universales, y se me ocurrió preguntar: “¿Recuerdan dónde estaban cuando ocurrieron los atentados del 9/11?” La mayoría de los estudiantes se miraron sorprendidos y respondieron al unisonó “Profe, no habíamos nacido”. Encontré una generación que ingresa a la educación superior a edades cada vez más tempranas. Yo, que alguna vez fui un profesor joven de 28 años, ahora me sentía bastante obsoleto.
Pero lo que más me sorprendió fue observar la forma en que la Inteligencia Artificial se está apoderando rápidamente de los procesos educativos. ¡Sí, señores y señoras! La IA es como ese estudiante que se sienta en la primera fila y responde a todas las preguntas. Si durante la pandemia los profesores tuvieron que hacer malabares para mantener la atención de los estudiantes detrás de una pantalla, los desafíos con las diversas formas de IA son incalculablemente más desafiantes.
Mientras que en mis tiempos de estudiante, lo más inmediato eran Wikipedia o el Rincón del Vago, aquel amigo virtual que nos resolvía la tarea en el último momento, ahora tenemos ChatGPT, una forma de inteligencia artificial que permite redactar textos, generar ideas y resolver problemas en un instante. Es como tener un genio a tu disposición.
Frente a este gran reto, existen dos caminos posibles. El primero es el prohibicionismo, bajo el cual podríamos argumentar que cualquier tipo de IA en la educación se convierte en una trampa, una amenaza para el desarrollo del pensamiento humano. Sin embargo, este será un camino difícil de recorrer, ya que vivimos en un mundo hiperconectado en el que es más sencillo tapar el sol con un dedo que retirar los dispositivos móviles de las manos de los estudiantes.
El segundo camino es el de la integración. Como dice el viejo refrán, “si no puedes vencer a tu enemigo, únetele”. En este caso, consideramos que la IA puede ser una aliada valiosa para mejorar la educación al proporcionar proximidad y personalización en los procesos de aprendizaje. Este enfoque busca convertir la tecnología en una herramienta más del aula de clases. Porque, sinceramente, ¿quién no desearía un poco de ayuda digital para comprender a Kant o cualquier texto complejo?
La decisión sobre cuál camino seguir es crucial y requerirá un debate profundo sobre las implicaciones éticas y pedagógicas. La educación del futuro se está definiendo en este momento, y la relación entre la inteligencia artificial y la enseñanza jugará un papel fundamental en la forma en que moldeamos la próxima generación de aprendices.
Y así, mientras me enfrento a los dilemas éticos de la inteligencia artificial y la enseñanza, no puedo evitar sonreír ante la ironía de mi regreso al aula. Después de todo, ¿quién hubiera pensado que luego de años de lidiar con la política y las reuniones del concejo municipal, mi mayor desafío sería entender cómo funcionan los algoritmos de aprendizaje automático? Definitivamente la vida siempre encuentra formas de mantenernos aprendiendo.
3 37827 Me gusta
3 comments
Me parece grandioso la forma en que percibe las “cosas nuevas” aprender y superarse es una prueba que constantemente está en este mundo.
Debemos afrontar todas las adversidades que se nos presentan y cada vez ir “evolucionando junto a ellas” (el mundo de la tecnología)
Buen relato. Me gustó
Very interesting subject, regards for posting.Blog monry