A todos nos gusta creer que somos seres racionales y objetivos, que nuestras decisiones están fundamentadas en nuestros intereses más profundos. Sin embargo, la realidad es distinta. Nuestra forma de pensar se ve enredada en sesgos cognitivos que limitan nuestra racionalidad y nos hacen vulnerables a engaños. Este fenómeno se manifiesta en diversas áreas de nuestras vidas: desde la forma en que hacemos compras y asumimos compromisos de todo tipo, como hipotecas sin hacer suficientes cálculos, hasta el entusiasmo con el que pagamos la suscripción anual de un gimnasio en enero, solo para dejar de asistir a finales de febrero.
Esta enigmática contradicción de la racionalidad humana se vuelve aún más evidente en el ámbito político, sobre todo durante las elecciones. A menudo, nos convencemos de que nuestro voto se basa en un análisis exhaustivo de las propuestas y los candidatos, pero la realidad es que los sesgos cognitivos desempeñan un papel significativo en nuestras decisiones políticas. ¿Cómo es posible que, a pesar de nuestros mejores esfuerzos por ser racionales, caigamos en manos de estos sesgos y votemos de forma impulsiva o influenciados por factores irrelevantes? Para comprenderlo, debemos explorar algunos de los sesgos cognitivos más comunes que afectan nuestras elecciones electorales.

Uno de los más comunes es el sesgo de confirmación. Este sesgo nos lleva a buscar información que respalde nuestras creencias, cerrando la puerta a perspectivas alternativas. Es frecuente que prefiramos hablar con personas que estén de acuerdo con nosotros, y a menudo buscamos consejos esperando que la respuesta sea acorde a la decisión que ya hemos tomado prácticamente. A pocos les gusta que les contradigan, y esto es aún más evidente en el ámbito político, donde todos deseamos sentirnos cómodos. Sin embargo, esta búsqueda de comodidad puede tener un alto costo para la democracia, ya que se supone que esta se nutre del debate y la confrontación de ideas. No obstante, parece que nadie está dispuesto a renunciar a ellas.
Otro sesgo recurrente en las elecciones es el sesgo de disponibilidad, que nos lleva a dar más peso a la información que está fácilmente accesible. Nuestro pensamiento no se basa en datos estadísticos, sino en los eventos que vemos con mayor frecuencia en las redes sociales y los medios de comunicación. De esta manera, la agenda pública se construye para dirigir el voto ciudadano hacia propuestas que a menudo explotan elementos poco democráticos, como el miedo, la sensación de inseguridad o la estigmatización de la población migrante, entre otros.
Finalmente, otro de los sesgos cognitivos más recurrentes en los procesos electorales es el efecto anclaje. Cuando nos enfrentamos a información nueva o compleja, solemos tomar como punto de referencia una idea inicial, a partir de la cual ajustamos nuestra percepción. Esto a menudo nos lleva a subestimar o sobrevalorar la información subsiguiente. En el contexto de las campañas políticas, esto se traduce en que un simple comentario o una encuesta puede ejercer una influencia desproporcionada en nuestra percepción de un candidato o un tema específico.
La participación política exige una comprensión profunda y una evaluación crítica de los problemas. Sin embargo, los sesgos cognitivos pueden socavar esta capacidad para llevar a cabo procesos imparciales. En lugar de ayudarnos a ser objetivos, estos sesgos tienden a reforzar nuestras creencias preexistentes y a limitar nuestra exposición a ideas divergentes. Este comportamiento da como resultado una participación selectiva que, lamentablemente, socava la diversidad de opiniones y el intercambio constructivo que la democracia necesita.
Es esencial que estemos conscientes de esta situación. Solo comprendiendo cómo funciona nuestro sistema de pensamiento podremos nutrir una búsqueda constante de información objetiva y diversa. Debemos fomentar un ambiente en el que se aprecien los debates ricos en contenido, en lugar de caer en la trampa de la retórica vacía, que siempre está al acecho para engañarnos.
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2 comments
Muy pedagógica esta columna
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