El significado de la palabra cabal está definida por el pequeño Larousse con muchos sinónimos entre los cuáles el más significativo es la sensatez, que es una cualidad de los seres pensantes que son razonables en el decir y en el hacer; que antes de hacer las arepas primero muelen el maíz y después arman su contorno circular muy amorosamente y luego lo asan en el tiesto favorito de sus encantos.
Empezar esta receta desde el final no es muy sensato, no se estaría haciendo lo razonable que sería primero moler el maíz para hacer una fécula más digerible, más mentalmente gustativa.
Por estos entornos del tropicalismo andante nos topamos diariamente con especímenes del género humano que no andan en sus ‘cabales’, que pretenden ser presidentes de la república- si Pastrana y Duque lo fueron- y que babosean unas frases que su santo patrón, san Cantinflas, envidiaría.
La senadora María Fernanda ‘Cabal’ es la dignísima representante de este conglomerado de ilustres imbéciles que nos martirizan día a día con la magnificencia de su verborrea muy Macías, muy Paloma, muy de polo a polo.
‘¡Estudien, vagos..!’, fue el primer episodio que la hizo conocer en estos ámbitos de la mediocrecracia, dirigiéndose a la oposición sensata. Una persona que todavía no sabe que la Unión Soviética se disolvió hace muchos años; que no sabe que un cubículo es un pequeño recinto cerrado y no un caldo de gallina en cubo; que no cree que a los niños recién nacidos no los trae la cigüeña de París sino que se vienen en Air France; a la que le falta afirmar que los cuatro evangelistas eran tres: Lucas y Mateo.
La Cabal, en su última salida de su vociferante discurso circense se soltó esta payasada digna de sus atractivos más luminosos: ‘Hablaban y hablaban de que la tal capa de ozono se había vuelto una tronera y se les acabó su discursito y ahora lo cambiaron por un tal cambio climático..!’
Qué futuro nos espera con esta dirigencia que tiene acumulada, como un tesoro escondido, una masa encefálica, una gusanera activa procreativa que es revalidada en cada jornada electoral por unos zombies ingenuos, borregos de su cautivante hipocresía, de sus atrayentes ‘perfúmenes, mujer, que es lo que me suliveyan’.
¿Cuántos ‘cabales’ que no están en sus cabales rondarán por esta Colombia infortunada, descerebrada? Este infortunio inmemorial va en ascenso y lo vemos pasar sin pestañear, como viendo la caída del sol, como un ocaso inevitable, diario, rutinario.
Un país político dirigido por personajes que hacen oposición con un argumento obstinadamente manejado por un odio irrazonable, sin cabalidad, que no admite su derrota, que sueña con un país gobernado, como siempre, por los dinosaurios, por el regresismo, por el laureanogomesismo, por el garrote sin zanahoria, ¿ con qué pesadillas dormirá?
Desesperanzador el panorama.
Ya estamos viendo, los que queremos ver, que los perros no le ladran a luna sino que ahora es la luna la que le ladra a los perros.
Vean, pues.
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