Apago el computador pero antes reviso la fecha y la hora: Martes 4 de julio de 2023, 9:47 a.m.
Ya estoy listo para salir y me restriego con la yema de los dedos dos gotitas de lavanda en el cuello. Me llevo un libro para leer por si acaso hay demoras aunque hoy no creo. A ‘Música para camaleones’ de Truman Capote le correspondió acompañarme en esta ocasión.
El día parece una primavera en una campiña austríaca, el guayacán apostado frente a mi casa ha florecido y Santiago y Nicolás, los niños de mis vecinos, están de vacaciones y junto a otros chicos juegan con una pelota playera en el antejardín. Esa algarabía alegre que arman parece un resonar de campanitas que suenan al tiempo.
‘Hola, mis querubines’, los saludo como siempre y así los llamo. Están muy entretenidos hoy.
Miro hacia arriba y veo unas nubes de blanco esplendoroso que anuncian un feliz día; miro hacia abajo y veo un armonioso trasegar de carros, motocicletas y peatones. Hasta aquí todo va bien y por ello no miro los titulares de prensa en la caseta de periódicos para evitarme un desasosiego inoportuno.
El instinto que nos protege me dice que debo meter mi teléfono móvil al bolsillo del pantalón en vez del de la camisa donde siempre lo acomodo. Veo un reciclador o disfrazado de eso; me pongo alerta, respiro hondo y lo miro de soslayo. Voy a tomar un taxi para ir a Cabecera del Llano a una reunión con un documentalista y sus asistentes.
Quieren hacer un documental sobre mi vida y mi obra; quieren mostrarme todo el proyecto y desean saber mi opinión y mis aportes para condimentar esa sopa cinematográfica.
Tomo una calle menos congestionada y veo que metros adelante se detiene una motocicleta con conductor y parrillero. ‘Ojo, camaleón’, me digo, y mi corazón se mueve más de lo habitual.
No sé si avanzar o regresarme. No estoy paranoico sino caminando con la realidad de las ciudades de hoy. La misma escena viví en diciembre del año pasado antes de que me arrebataran mi teléfono recién comprado. Hoy uno de ellos se baja con una caja de cartón y entra a un taller de mecánica. No demora y pronto se marchan. Sigo mi camino. Descansa mi espíritu, temporalmente.
Llego al edificio y me siento más seguro en el segundo piso. Se oye la vida con el trasegar incesante de la calle, sus vendedores de cachivaches, los anunciantes de la lotería, los conductores que alborotan el aire y las palomas con sus pitazos de trompeta de juicio final.
Hablamos con los productores en una camaradería feliz que duró cuatro horas y me invitan a almorzar a dos cuadras del recinto.
Espaguetis con albahaca y albóndigas, ensalada a lo bufet y sopa de avena. ‘Bocatto di cardinale’, me pareció, con mi aprecio por lo delicioso aunque sencillo.
Echo un chiste flojo a manera de postre. A Alejandro Murillo, uno de los productores, le encanta comprar antiguallas y tiene muchas en su oficina. Entonces le cuento que un tipo como él llegó a una tienda de antigüedades y a modo de saludo dijo: ‘Buenas tardes, ¿qué hay de nuevo?’.
Al parecer les encantó el último plato. Se ofrecen a llevarme a casa. Muy amablemente les digo que voy a hacer otra diligencia. Nos despedimos y quedamos en continuar con el documental.
Camino presuroso y hay un barullo de policías, mirones e intriga.

‘Algún robo, como siempre’, me hablo otra vez. Menos mal que ese atentado no fue contra mí porque como no tengo nada de valor que me roben, salvo mi celular, la retaliación por su frustración sería muy grave.
Casi siempre buscan dinero efectivo porque les es menos conflictivo que cargar un aparato de comunicaciones. Esos son mis miedos. A cada paso que doy es una mirada alrededor.
Preciso y hoy que no habría de faltar: alguien se me acerca con un papelito. Ya los conozco que son muchos. Buscan una dirección los ‘extraviados’ y su papelillo está contaminado de un narcótico que adormece al instante. ‘Burundanga’, la llaman. Opto por evitarlo. Me angustia esperar el taxi pues cada minuto es un flagelo para mi paz pero ya he comprado el papel propalcote esmaltado para mis caricaturas con plumilla y tinta china.
Llego a mi destino y Santi y Nico están sentados en el portal de mi casa esperando unas chocolatinas que casi siempre les tengo y ‘mis querubines’ ya me saludan pues su distracción mañanera ha terminado.
El guayacán me recibe con una lluvia de flores tiernas. Qué recibimiento tan intenso y amable. Siento una felicidad inmensa pues he llegado a casa sin un rasguño después de haber atravesado una fronda salvajemente espinosa.

Sólo unos breves asaltos al corazón de los cuales presiento que miles de mis conciudadanos han padecido y a quienes deseo unos felices días saliendo de casa y volviendo a ella.
Traigan chocolatinas para endulzar sus días.
0 12335 Me Gusta
2 comments
Hello! My name is Laura and I am very happy to greet you.
I wanted to write to you because I thought it would be interesting to discuss the possibility of your business appearing every month in digital newspapers as news to position it at the top of the internet, i.e. with real articles in the newspaper that are not marked as advertising and are not deleted.
The news is published by more than sixty newspapers of great authority to improve the positioning of your website and reputation.
Could you provide me with a phone number to offer you up to two months free of charge?
Thank you
I like this weblog very much, Its a really nice office
to read and incur information.Blog money