…con el sudor de tu gente.
Creo que ese no fue el ‘castigo’ impuesto por el Creador a los expulsados del paraíso por desobedientes, pero los esclavistas y los propietarios desalmados de emporios industriales y bancarios lo leyeron mal, o se hicieron los tontitos con lo de ‘tu frente’, o releyeron El Capital pero escrito por los hermanos Marx.
En el borde de sus piscinas que fueron diseñadas por el mismo talentoso que creó las de MacPato y saboreando un whisky 100 años que cuesta lo mismo que el salario mínimo de novecientos cincuenta y siete trabajadores durante quinientos ochenta meses, hablan con sus panzas grotescamente curvilíneas sobre esos temas de la riqueza ganada con el esfuerzo de otros en tanto que despachan un habano del cual salen humaredas pausadas graficando el signo euro. Por una parte es justo que quien invierta su capital comparta los beneficios a su manera aunque por otra sea injusto que el dueño de la gallina se quede con todo el huevo y a quien sudó todo por su crianza reciba solamente la cáscara porque es rica en calcio.
Esto es una lucha de clases de economía donde la plusvalía de la que nos hablaba el camarada Carlos Petro, o Marx o como quiera que se llame, está siempre presente. ¿Y a qué viene todo esto?, se preguntarán impacientes los pacientes lectores. Pues que estamos celebrando el día del trabajo en homenaje a los sudorosos e incansables habitantes del Capitolio Nacional, esos consagrados trabajadores que ponen a sudar su lengua por horas y por días lanzándose unos a otros boñigas verbales que harían palidecer de pasmo a las barras bravas del Atlético Subeybaja, F.C, cuando no es que están ‘gerleineando’ ronquidos hasta en sesiones plenarias.
Los padres de la patria, que ni el esfuerzo cómodo hicieron para ser padres nueve meses después, serán honrados por la Organización Internacional del Trabajo como Patrimonio Histórico de la Nación, cuando han debido ser magnificados con ese honor los ‘cacos’, los carteristas, que al menos trabajan corriendo todo el tiempo por calles, carreras y bulevares después de haber cobrado su salario por adelantado.
Trabajo hay en multifacéticas hechuras pero el más arduo es el oficio del campo y de allí no sale un solo labriego a marchar los primeros de mayo. A esas horas ya llevan tiempo sacándole a azadonazos sus frutos a las entrañas de la tierra. Hay que verlos con su corrosca ardiendo de sudor desde los seis años con un machete diez centímetros más largos que ellos despejando de abrojos los contornos de un platanal, de un maizal, de un patillal. Salario: una arepa con un pocillo de‘ cacao’, cuando hay.
Ahora veamos a los que ganan tanto sin sudársela, los que no ensucian su cuello blanco pero que no pueden esconder su conciencia negra, tan oscura como su alma. Hacen parte de los carteles de las ignominias impunes: se monteribean los recursos de la salud, se abudinean los de la educación, se uribetean los del agro.
Los de escala más baja, desde una poltrona de reyes ominosos les sacan de la boca el PAE nuestro de cada día a los escolares, los dejan con el tenedor de plástico en el aire o les ponen un hueso carnudo, aclarándoles que la carne es una gusanera pestilente pero proteínica.
En eso trabajan incansables y no marchan en los ‘días del trabajo’ pues no pueden permitirse el lujo de parar medio día, inagotables en sus esfuerzos. Y la justicia trabaja a medias, cuando tiene la dignidad y el coraje de hacerlo, pero cobra completo.
Hay que trabajar porque dicen los códigos morales que dignifica.
No; hay que hacerlo para mantenernos con vida aunque toda la vida se nos vaya en ello. Tal vez ese sea el castigo, la retaliación Divina por el pecado que cometió esa pareja que no trabajaba, a la que le caían frutas de la terraza, que ni siquiera preparaba sus alimentos ni confeccionaba su ropa porque ya había la de El Roble, una simple hojita de ese árbol del ‘bien y del mal’ que les ocultaba sus partes pecaminosas. Componer música, canciones con o sin letra, es un trabajo y eso hay que abonárselo a Adán pues fue él quien compuso la pieza que bailoteaba con Eva: A mí me llaman el blanquito del Batey/ porque el trabajo para mí es un enemigo/ el trabajar yo se lo dejo sólo al buey/ porque el trabajo lo hizo Dios como castigooo…
Les cuento, muy discretamente, que yo no trabajo, me divierto, pero esta diversión es bastante trabajosa.
Para rematar, considero que todos los días son días del trabajo pues hasta para los jubilados es un trabajo encontrar las gafas, oír las chocherías que se entrecruzan con su pareja, ponerse la caja de dientes, comerse un breva en almíbar sin que se le que escurra cuello abajo hasta la camisa y etc…
Y ni mencionar a los holgazanes que sufren terriblemente su día a día porque para ellos tener que levantarse es mucho trabajo.
¡Ajummm..!
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1 comment
Felicitaciones kekar!!!
Excelentes columnas.
Ahora sí, vaya a trabajar 😊