Hace unos días, en las ruinas del ameno y otrora concurrido Café Cervantes, ubicado en el corazón de la ciudad, sobre la esquina de la calle 36 con carrera 12, de propiedad de Ciro Villareal, “el godo mas liberal que conozco”, en el que últimamente habían dado en confluir el arte, la cultura, la política y un poco también el chisme y la politiquería; y que por cuenta de las obras inconclusas que nos dejó el ex alcalde Cárdenas hoy se asemeja mas a las antiguas ruinas del ágora griega -con excavaciones arqueológicas y todo, en cuyas profundidades seguramente encontrarán los arqueólogos de la contraloría millonarias adiciones y prórrogas a los contratos de obra- que a un clásico tertuliadero capitalino en La Candelaria -como en sus comienzos parecía- conversaba con algunos contertulios sobre la especial connotación que tiene el título del Atlético Bucaramanga para la ciudad y la región, su significado y las lecciones que podemos extraer de ese histórico acontecimiento y en especial de un ítem que llamó mi atención: el extraño comportamiento del hincha bumangués.
Es que el comportamiento del hincha bumangués es raro. La mayoría solo se convierte en hincha cuando las cosas comienzan a salir bien y no antes, lo que siempre antecede a ese estado de euforia son la crítica y el pesimismo.
En la tertulia comentábamos que tanto al alcalde Jaime Beltrán como al gobernador Juvenal Díaz, se les vio apropiarse del tema de la final del Bucaramanga como si se tratara de una prioridad de la agenda gubernamental, asumiendo un liderazgo poco usual en nuestros líderes políticos que suelen relegar temas como ese, sin darles la importancia que pienso merecen desde el interés y el imaginario colectivo. Lo escribo porque soy un convencido de que el fútbol puede llegar a ser un elemento de cohesión social y no solo un fenómeno de “paroxismo colectivo” como recientemente lo calificó mi dilecto y erudito amigo el historiador Julio Acelas.
Es que tanto el alcalde como el gobernador se pusieron la camiseta y como cualquier hincha alentaron, gestionaron y lideraron “el sueño leopardo” lo que pienso contribuyó a fortalecer la convicción del equipo y la hinchada acerca de la posibilidad real de conquistar el objetivo de ser campeones.
Un ejemplo de ello fue cómo ante el anuncio del presidente de Santa Fé de no permitir el ingreso de hinchas búcaros al estadio El Campin, se supo que cada uno de los gobernantes por separado contactó al desaforado presidente del equipo capitalino, al alcalde de Bogotá Carlos Fernando Galán y a otros poderosos del fútbol y la política para mediar y lograr así reversar esa decisión que al final se consiguió.
Varios hechos captaron mi atención alrededor del tema, entre otros, ¿Cómo y de que manera un hecho tan ajeno a la política logró provocar toda una serie de sinergias positivas al punto que logró unirnos como ciudadanos, como hinchas, como región, sin distingo de partidos, religiones, clases sociales y otras divergencias?
Por ejemplo: católicos y protestantes presentes en el Estadio Américo Montanini contestaron con un unánime “Amén” luego de que el alcalde Beltrán -que además es pastor cristiano evangélico y sigue profesando y ejerciendo ocasionalmente su ministerio en su iglesia- pronunciara una emotiva oración bendiciendo al equipo, al cuerpo técnico y a la ciudad.
Algunos calificaron el hecho de fascista y compararon el gesto del público de extender las manos sobre la cancha con el histórico y tradicional saludo nazi. Bueno, cada quien entiende los hechos de acuerdo a su conocimiento y experiencia y aunque es cierto que tanto nazis como fascistas saludaban al Führer y al Duce de ese modo respectivamente, lo que desconocen quienes criticaron el gesto, es que en la cristiandad, desde tiempos de los patriarcas es usual extender las manos sobre algo o alguien para bendecirlo y que el gesto del público en el Estadio no era para saludar a ningún líder sino para “bendecir” a la ciudad y a su equipo. Pero bueno: lo que son las percepciones… ¿o los sesgos?
Igual ocurrió con las clases sociales: fue muy emotivo ver a los ‘ñeros’ de la barra Fortaleza junto a los abuelos, los hijos y los nietos de tradicionales y aristocráticas familias bumanguesas alentar a su equipo en total unanimidad y concordia.
Desde las mas apartadas provincias del Gran Santander como Ocaña y Cúcuta llegaron barras de hinchas a alentar el sueño de toda una región.
Un hecho que quizá pudo haber pasado desapercibido sin que casi nadie lo notara fue que unos cuatro dias antes del juego de vuelta en Bogotá, el alcalde Jaime Andrés Beltrán tomó una decisión que en ese momento algunos calificaron de “toda una locura”, un desacierto, una medida “populista”, dijeron otros.
Se trató de la arriesgada decisión de Beltrán de -justo en ese momento de “efervescencia y calor”, de “euforia colectiva” con los conocidos antecedentes de violencia y desorden público que suele causar en ocasiones la pasión de algunos hinchas por el fútbol- levantar la restricción a las motocicletas y extender el horario de la “rumba” hasta horas de la madrugada que recientemente había implementado la administración para reducir los índices de accidentalidad en la ciudad y que según recientes mediciones venía arrojando resultados positivos.
Pese a los malos augurios de detractores y opositores y contra todo pronóstico no se presentó un solo hecho de violencia o accidentalidad relacionado con la celebración del título del Bucaramanga.
¿Qué fue entonces lo que pasó? ¿Cómo y porqué ocurrió todo esto positivo para la ciudad? ¿Casualidad?… ¿Azar?
Lo que creo ocurrió fue que por primera vez la ciudad y la región se contagiaron de un estado de ánimo, se unieron alrededor de un propósito, de un sueño común, creando unas sinergias positivas que lograron resultados también positivos que no parecen ser producto del azar. “No existe el azar, existen un conjunto de causas que se encuentran” afirmaba el filosofo antioqueño Estanislao Zuleta comentando a Freud.
Por su parte Jorge Valdano el exitoso entrenador de fútbol argentino calificado por muchos como la biblia de ese deporte, decía que “el fútbol es un estado de ánimo” y todo parece indicar que la realidad social también podría serlo, la ciudad misma podría ser el resultado de un estado de ánimo (histeria, paranoia o euforia colectivas) una construcción social colectiva que puede llegar a ser pesimista u optimista y de lo cual dependen en gran parte los resultados.
Así como en el pasado la emoción, la euforia colectiva nos llevó a cometer crasos errores eligiendo a los penúltimo y antepenúltimo gobernantes de Bucaramanga, pienso que hoy el estado de ánimo de la ciudad y el departamento es otro, sus gobernantes son diferentes, puede que no sean perfectos, pero son positivamente diferentes, y eso se nota en lo que nos pasa como ciudad, como región, para la muestra un botón: El sueño se logró, por primera vez en la historia el Bucaramanga es campeón y aunque algunos puedan tener razón al afirmar que sería oportunista tratar de capitalizar ese hecho políticamente, lo cierto es que pasó; y si Zuleta tuviese razón, ¿y si no hubiere sido obra de la casualidad sino de un conjunto de causas que se encontraron? ¿Cuáles pudieron haber sido esas causas?
Por último y retomando el tema del hincha bumangués, se itera: es raro. Porque le hace fuerza a su equipo pero no a la ciudad. Es probable entonces que la ciudad necesite hinchas, ya no solo del fútbol sino de la ciudad misma, que alienten desde antes de que las cosas comiencen a salir bien, que piensen que todo va a salir bien, que aporten para que todo salga bien sin renunciar a la crítica constructiva y respetuosa, ya vimos los resultados en el fútbol, creo que sería oportuno y conveniente implementarlo ahora con la ciudad.
1 12335 Me gusta
2 comments
Estupenda columna, Amigo Isai.
Llegó el premio al aguante del hincha canario o leopardo o auriverde.
Premio al Trabajo en Equipo, a la construcción colectiva de directivos, técnicos, jugadores y afición. No es un milagro de alguien en particular.
Ahora resulta que el triunfo se lo debemos a Alcalde de Bucaramanga y al gobernador de Santander, según el énfasis que le merecen en esta columna dejando por fuera el trabajo en equipo de los hinchas históricos, los directivos, cuerpo técnico y jugadores.