Hace algunos años me interesé tanto por la filosofía que alcancé a pensar que había equivocado la escogencia de mi carrera como economista, disfrutaba más leyendo las complejidades del pensamiento alemán que la práctica de ejercicios econométricos, esto tuvo un carácter temporal, pronto me volví a encontrar con mi carrera, pero ese tiempo de disidencia académica me permitió acercarme, aunque sea de forma tenue, a la respuesta sobre algunas preguntas que me embargaban.
Para ese entonces Álvaro Uribe estaba terminando su segundo periodo presidencial y ya existían pruebas suficientes de su talante anti democrático, pretendía una segunda reelección y fue la Corte Constitucional la que puso freno a sus aspiraciones de continuidad en el poder, no obstante, y a pesar de todos los escándalos que acompañaron sus gobiernos la mayor parte de la sociedad quería más mano dura, se encontraban seducidos por “El Embrujo Autoritario”, en el que se conculcaron derechos so pretexto de la seguridad. Tanto así que el país votó por “el que dijo Uribe” y Juan Manuel Santos fue el encargado de cuidar los ‘huevitos’ de su predecesor.
Eso me hizo cuestionarme sobre ¿Por qué los ciudadanos defendían y justificaban contra toda evidencia el proyecto uribista? ¿Por qué eran capaces de defender un mandato que era cuestionado por la mayoría de las organizaciones de derechos humanos? La respuesta la encontré en las reflexiones del filósofo esloveno Slavoj Zizek, quien escribió profundamente sobre la forma en que funciona la ideología en los tiempos modernos, y la forma en que cínicamente es capaz de realizar un cierre perfecto que no permite ser cuestionada de ninguna manera, de tal modo que cualquier elemento que le genere contradicción es inmediatamente etiquetado como enemigo, no como contradictor, sino como enemigo en sentido schimittiano, de allí que en el caso de Uribe, todo el que no estuviese de acuerdo era cuando menos sospechoso de ser auspiciador del terrorismo.
Cuando se hacían preguntas sobre la relación del expresidente y su familia con las denominadas autodefensas, entonces salían los defensores del régimen a contar la historia de la finca y el asesinato de su padre, lo que permitía justificar cualquier tipo de alianza ilegal en pro de hacer justicia, sin importar que se llevará al país por delante. Toda esta narrativa es muy similar a la de Batman, el clásico personaje del cómic que cuando niño tuvo que presenciar el asesinato de sus padres por la delincuencia común que azotaba a Ciudad Gótica, él jura venganza y utiliza como su único poder la fortuna que le heredaron sus padres, declara una guerra sin tregua y también constituye una fuerza para-estatal justificada. Nada es más fácil que mentir con el ropaje de la verdad.

Este esquema ideológico se encuentra en reinvención después de la derrota del uribismo en las pasadas elecciones presidenciales, intenta construir un relato en el que el país se encuentra en crisis, se apoya en algunos medios de comunicación que pretenden impulsar dicha agenda. Hace unos días los gobernadores hicieron viral el escudo nacional y la frase que lo acompaña “Libertad y Orden”, según ellos, esta campaña tiene como propósito generar unidad frente a los acontecimientos violentos que se llevaron a cabo durante los últimos días por el Clan del Golfo, la oposición al gobierno de Petro recogió dicha iniciativa y puso sobre la mesa la necesidad de volver a tener un gobierno de mano dura, mensaje que solo es compatible con una ideología cínica, aquella que refuerza la idea que este país era un paraíso en los tiempos de Uribe y que fue la posverdad la que nos apartó del camino del progreso. Que todo se trata de un complot mundial organizado por George Soros cuyo propósito es nada más y nada menos que acabar con la familia, la propiedad y el Estado.

Cinismo puro… la derecha tuvo la gran oportunidad de poner en orden este país, o por lo menos parte de él, con la implementación del acuerdo de paz firmado por Santos y que Duque se negó a implementar, el Estado pudo haber retomado los territorios que en otrora fueron gobernados por las FARC en armas, pero por desidia y negligencia fueron entregados a las bandas criminales que hoy se constituyen como ejércitos organizados con capacidad de fuego y finanzas suficientes para mantener en zozobra a miles de colombianos. Fueron ellos los que permitieron que la narrativa de las disidencias tomara fuerza, cada vez que era asesinado un excombatiente decenas volvían al monte, en sus manos el país se desbordó en violencia.
El conflicto retornó con dinámicas absolutamente crueles y mucho más complejas a la hora de hablar de paz, ahora es el gobierno Petro el que debe solucionar los problemas, porque al fin y al cabo es el presidente, para eso fue elegido, hoy se rompe el cese bilateral con las mal denominadas “Autodefensas Gaitanistas” -pobre Gaitán- es hora entonces de mostrarle a esos reductos del paramilitarismo, que la izquierda tiende la mano para abrazar la paz pero que no le tiembla para garantizar la vida.
John Carlos Pabón Economista – Magister en Gestión y Políticas Públicas
0 12335 Me Gusta
2 comments
Escribe sin saber.
buena columna